martes, 20 de diciembre de 2011

Oficio de tinieblas


Cranach el viejo. Campesino y prostituta (1525-150)

Quisiera pensar que algún día, cuando abra cualquier periódico, faltarán por fin entre sus hojas esas páginas de anuncios "clasificados por palabras" dirigidos a hombres que compran cuerpos de mujer. Me gustaría que el espectáculo de la carne en la calle -chicas en pleno invierno, tiritando con minivestidos, y sufriendo el castigo de los tacones en sus pies y sus espaldas- cerrase algún año para siempre, por "eternas vacaciones", o, mucho mejor aún, por "falta de clientela".

La sociedad no podría por menos que sentirse estremecida si por un momento se detuviese a escuchar las voces de todas estas mujeres que, seguramente, no han tenido muchas más opciones en sus durísimas vidas que vender la dignidad al mejor postor, sometiéndola muchas veces a un trato que ha dejado de dolerles porque se han acostumbrado a ignorarse a sí mismas, o no han tenido tiempo nunca para escuchar el grito de dolor de su voz interna.

Pasamos impasibles las páginas de anuncios en los que se venden personas por horas. Nadie prohíbe esas páginas en los diarios, ni nos sentimos ofendidos porque las empresas de Comunicación se sigan financiando, de alguna manera, por estos medios. También hemos dejado de conmovernos ante la devastadora imagen de una mujer que ofrece su cuerpo en la cuneta más sucia de cualquier carretera, sentada en una silla de plástico (la última noticia al respecto es que han sido obligadas a llevar chalecos reflectores sobre sus uniformes sexies para evitar accidentes -¿cuántas de ellas habrán sido atropelladas antes de que alguien decidiera promulgar esta normativa?).

La ley del mercado es matemática: no habría oferta si no hubiese demanda. Desde estas líneas me gustaría plantear cuáles son los motivos que han llevado a la condición masculina, a lo largo de todos los tiempos, a usar el cuerpo de la mujer como si se tratase de una mercancía: saciar sus instintos primarios, someter a otro ser humano por unos instantes, pagar por lo que consideran un objeto de lujo, alardear ante los demás de una costumbre que no tiene nada de honorable (ni creo que pruebe la hombría de nadie), engrosar una lista de diversiones frívolas, o paliar un rato de soledad con una opción desacertada para tal fin...

Pienso en la mirada triste y aterrorizada de algunas chicas de la calle que han logrado escapar del infierno, y en lo novelesco -aunque tan real- de las historias de sus vidas: víctimas de redes de trata, obligadas a tomar drogas, a no dormir, a no comer, a trabajar a destajo, a pasar frío, a exponerse a enfermedades, a cambiar de país, a olvidar a sus familias. Observo cada día en las calles y carreteras de cualquier ciudad a tantas otras que no han podido librarse de su destino, o que la ignorancia, el miedo, o la debilidad, han hecho de ellas las esclavas perfectas para una sociedad desprovista de empatía, de ética, de compasión, de solidaridad.

¿Aportaría alguna solución fomentar campañas de sensibilización en la población adulta masculina? ¿la eficacia de una idea semejante pasaría por desarrollar esas campañas ya desde los años escolares? ¿a cuántos de nosotros, adultos, se nos ha ablandado la sensibilidad, en el último año, cuando nos hemos topado ante los ojos con las páginas de anuncios clasificados de un diario?

http://prostitucion-visionobjetiva.blogspot.com

jueves, 10 de noviembre de 2011

"¿Quién sabe si el alma del animal desciende bajo tierra?"

Dibujo de Goya

"Nunca se proclamará bastante que la explotación ilimitada del animal por el hombre, el libre ejercicio de la brutalidad de éste, su sadismo o (lo que es acaso peor todavía) de su obtusa indiferencia hacia esos seres,embarcados como él mismo en la aventura de existir, es una de las formas del mal. Una forma que ninguna religión, ninguna moral (al menos en nuestro Occidente) ha tenido el valor de denunciar, ni siquiera de encarar como es debido.

Y, por lo que parece, el enorme desarrollo actual de los medios técnicos, lejos de disminuir en algo -como hubiera podido creerse- el sufrimiento inútil, sirve más bien para aumentarlo, y tiende a anular todavía más la comprensión y la simpatía del hombre hacia lo que está vivo"

Marguerite Yourcenar


Cartel taurino de Miquel Barceló

martes, 8 de noviembre de 2011

domingo, 16 de octubre de 2011

Transformar lo terrible en Bello: Assumpció Mateu



La pintora Assumpció Mateu (Gerona, 9 julio 1952) viaja en coche por una carretera, a cuyos lados aparece la visión real de un bosque ardiendo.
Hace muy poco tiempo que ha muerto su padre, y el dolor que la acompaña, se une a la dantesca visión de las llamas que devoran los árboles. Assumpció detiene el vehículo, y pasa un rato, del cual no puede llevar la cuenta -porque el tiempo interior no tiene medida- observando y sintiendo.


Todo buen pintor es un alquimista que transforma en belleza lo que siente y lo que piensa. Así lo hace de modo magistral Assumpció en su exposición El bosque Quemado; un trabajo exquisito (que ha completado con el tema de las prisiones íntimas, en su actual exposición en el Museo Würth de La Rioja).


www.youtube.com/watch?v=M8Bvrgf45Zs

Gracias, Assumpció, por mostrarnos así de acertadamente que el ser humano puede transcender lo terrible por medio de la belleza.

sábado, 8 de octubre de 2011

En un huerto de luciérnagas me he sentado a pensar



Necesitamos la luz para vivir, pero también la oscuridad para que exista la luz. De no ser por las tinieblas nocturnas en la tierra, o por la negrura abisal de los océanos, no existirían los animales luminosos. O no podríamos verlos.

Durante los veranos de mi infancia, recogía luciérnagas cuando iba de paseo con mi madre. Existía un camino repleto. Raptábamos algunas para llevarlas a nuestro jardín. Allí proliferaron, y nos alegraban las noches con su hermoso farolito verde. De unos años acá, las luciérnagas han desaparecido de todos los rincones conocidos: caminos, carreteras, jardines... me pregunto si será debido a los pesticidas y biocidas esparcidos por la mano humana. En cualquier caso, las echo de menos: no encuentro nada más bello que lo pequeño y misterioso.

Nos queda buscar las luciérnagas en las artes. La pintora Remedios Varo, a quien pertenece la autoría del título de este post, pensó en estos seres de luz para crear una poética de la palabra y de la imagen.

Encontré luciérnagas en el libro de Ana María Matute que precisamente lleva este título, Luciérnagas. Ambientado en la Guerra Civil española de 1936, narra el periplo de un grupo de unos -apenas- adolescentes a quienes la guerra ha despojado de cualquier resto de su universo de niños. Entre las luces blanquecinas de los bombardeos, estos chicos encuentran en el amor y la amistad su rincón de paz personal. En definitiva, un refugio seguro en su interior cuando todo lo de fuera se tambalea por la destrucción y el miedo.

Siguiendo en la caza de luciérnagas, también las encontré muy bellamente -y en una historia aún más triste que la de Matute, porque aquella tenía un final esperanzado, y los personajes eran ficticios- en la película de animación La tumba de las luciérnagas. El director japonés Isao Takahata cuenta la vida y la muerte de dos niños japoneses durante la II Guerra Mundial. El filme es un despliegue de virtuosismo de la animación, sobre todo por su sobriedad (valorable en una éooca en la que los dibujos Manga nos tienen acostumbrados a tamañas sofisticaciones). Sin embargo, se hace difícil resistir el visionado, por la extrema dureza de las circunstancias que narra; más si se tiene en cuenta que está basada en una historia real. La tumba de las luciérnagas es, sin concesiones, una de las películas más tristes -aunque más exquisitas- que pueden verse.

No deja de resultar curiosa la asociación de las luciérnagas, en estos dos casos, con los destellos de luz que proliferan en un ambiente bélico. De no ser por lo terrorífico y absurdo, las explosiones podrían resultar incluso bellas (recuerdo ahora otra imagen de otra película de animación, Vals con Bashir, con el protagonista bailando a ritmo de una preciosa música entre las balas...)

Los libros de biología explican que las luciérnagas fabrican su luz en un órgano especial situado en su epidermis, generándola por un proceso de oxidación de dos de sus enzimas (la luciferina y la luciferasa), en intervalos de unos 8 segundos. Es el fenómeno de la bioluminiscencia. Se trata, en este caso, de un mecanismo de las hembras para atraer a los machos. Nada que ver con las luciérnagas-bala que adornan el escenario de películas y libros situados, tristemente, en abientes bélicos.

Al ser humano le sucede lo que a los personajes de las novelas de Matute: en medio del caos y la desesperación, somos esos otros animales capaces de autorredimirnos en un acto de amor o de belleza. Por eso, también, podemos fabricar arte, otra manera de iluminar el mundo, aunque no tengamso en nuestro organismo enzimas luminosas.

Sirva este post de homenaje a las luciérnagas que conocí en aquel camino de mi infancia, que eran nada más -y nada menos- que gusanos de luz en un paisaje pacífico.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Sobre la verdadera experiencia de la vida



"Esta es, pues, la verdadera experiencia de un hombre: el llegar a conocerse a sí mismo. Conocer el mundo es interesante, útil, seductor; pero el conocimiento de uno es el viaje más grande, el descubrimiento más impresionante, el hallazgo más instructivo. Visitar Roma o el Polo Norte no es tan interesante como aprender alguna cosa sobre nuestro carácter; es decir, sobre la auténtica naturaleza de nuestras predisposiciones, sobre nuestra relación con el mundo, con el Bien y el Mal, con los hombres, con las pasiones. En el momento en el que mi espíritu se hizo suficientemente maduro para este descubrimiento, ya no me hizo falta buscar ninguna otra experiencia de la vida".
(Sándor Márai)


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Jugando a hacer dinero con la alfabetización


Molesta y ofende


Tengo la suerte de habitar en un país del globo en donde la educación primaria es obligatoria. Cuando en mi más tierna infancia descubrí el horror de tener que ir a la escuela cada día aunque no me gustase , recuerdo que mis padres y mi maestra empezaron a decirme que había pena de cárcel para los papás que no enviaban a sus hijos al colegio. Inmediatamente, me apliqué como la primera a acudir puntual y sin faltas a las clases, no fuese que algún estricto funcionario del Gobierno pasara un día por mi domicilio para secuestrar a mis progenitores y ponerles a la sombra.

En aquella época, años 70, íbamos a la escuela con libros de nuestros hermanos mayores. Alguno había que comprar, de vez en cuando, pero sí que ciertamente, los profesores, muy concienciados con los bolsillos de los padres, abogaban porque estudiásemos en libros de texto reciclados. Mi tía era especialista en arreglar incluso tapas, con trozos de cartón pegados, que cubría después con forros de vistoso papel. Y yo me sentía como una reina con aquellos libros de tapas "diferentes".

Paseando estos días de septiembre por mi barrio, (de una gran ciudad cualquiera de un país primermundista), he encontrado varios montones de libros de texto en la basura. Libros acompañados, por cierto, de cuadernillos -también suministrados por las editoriales- a medio terminar, o algunos apenas empezados, libretas escolares con muchas páginas inmaculadas, e incluso estuches con lápices, gomas, sacapuntas y pinturas...

Desde este post quiero lamentar públicamente el desperdicio económico que supone la obligación anual de comprar anualmente libros de texto nuevos (con sus cuadernillos trimestrales) y lo obsceno y casi ofensivo que resulta el espectáculo de verlos en las basuras de las grandes urbes, al curso siguiente, con sus páginas en blanco.

¿A quién o a quiénes se les ocurrió hacer negocio con la alfabetización? ¿acaso debido a la abrumadora cantidad de material escolar y textos que obligan a llevar a los niños del siglo XXI salen mejor preparados y existe menos fracaso escolar que hace tres o cuatro décadas?

¿No iban a la escuela nuestros abuelos con una "enciclopedia" y eran los profesores quienes debían estimular el afán por aprender, el gusto por la cultura, y la pasión intelectual? ¿Qué ha sido ahora de todo eso? ¿se ha suplido la falta de competencias y de valores del Sistema por la abundancia de libros en la mochila? ¿Qué significado metafórico encierra el hecho de tirar nuestros libros a la basura? ¿y de que estén apenas sin utilizar?



(Otra sugerencia que aprovecho para introducir es que, si andamos tan sobrados de lápices, estuches y libretas, no se dejen abandonados en la basura. Existen posibilidades para enviarlos a África o a la India, o a cualquier lugar del planete donde cientos de niños menos afortunados no tienen apenas otra cosa para escribir que tablillas)

"Si quieres ser famoso, haz algo. Y hazlo peor de lo que nadie lo haría"


fotografías de Miroslav Tichý

Si alguna de las mujeres que aparecen en las fotografías de Miroslav Tichý se reconoce a sí misma en alguno de sus curiosos retratos, ¿qué habrá pasado por su mente ?...

¿Se habrá sentido la musa de un artista, o el objeto de un voyeur? ¿habrá visto en la imagen un fragmento de vida lírico y sensual? ¿habrá juzgado con compasión el trabajo de un loco? ¿habrá admirado al inteligente y tenaz outsider?

Miroslav Tichý, nacido en la Bohemia checa en 1926, dejó de lado su vocación de pintor, abandonando sus estudios de Bellas Artes, el día en que el régimen comunista sustituyó a las modelos de la Facultad por rudos obreros con mono. Poco después, empezó a experimentar con la Fotografía, fabricándose las cámaras él mismo con material reciclado.

Tichý vivió, además, como un outsider en toda regla. Su resistencia total al Sistema le llevó a vivir en la marginalidad de su cabaña, en la que, durante treinta años, su principal ocupación era captar y revelar en su laboratorio unas cien instantáneas diarias, con el tema principal de la mujer. Innegable, a la vista de los resultados, la faceta de voyeur, al disparar desde un escondite, siempre en busca de alguna imagen procaz, que Tichý transforma (al positivar en papeles viejos que él mismo emulsiona, raya y trabaja)en un cuadro poético. Sus imágenes inspiran en el espectador una mezcla de ternura y picardía que no deja indiferente.

Su radical estilo de vida le costó a Tichý ocho años de cárcel y varias estancias en centros psiquiátricos. En sus últimos quince años de vida, fue "descubierto" por galeristas y críticos, y su obra fue mostrada por diversos rincones del mundo. Sin embargo, Tichý no cambió nunca por nada su vida de "Diógenes" y la transcendente soledad de su chabola, acompañada acaso por algún roedor, a los que siempre respetó por considerarles hermanos en animalidad con los seres humanos.


Cámara con la que disparaba Tichý, autofabricada con material reciclado

viernes, 15 de julio de 2011

Fridtjob Nansen: la mirada de un científico y un humanista excepcional





La primera vez que vi una foto de Nansen me llamó la atención la determinación de su mirada. Sin saber todavía quién era aquel personaje de belleza evidente, me pregunté ante todo de qué clase de existecia habría sufrido o gozado aquel rostro que decía tanto con su actitud al posar en la fotografía.

Recientemente he terminado -con lágrimas de pura emoción- la lectura trepidante de su diario de explorador en el Polo Norte. Nansen fue el único investigador de renombre que no encontró la muerte en las nieves y cuyas heroicidades le valieron finalmente la concesión del Nobel de la Paz en 1922. Ahora que conozco un poco mejor al hombre que encarna el rostro bello de la vieja fotografía, me pregunto si de verdad los dioses que existen en mitología vikinga no tocaron con mano directa a este ser humano para regalarle una cornucopia con todo tipo de dones naturales.

Fidtjob Nansen (Oslo, Noruega; 10 de octubre de 1861 – Lysaker, Noruega; 13 de mayo de 1930) es uno de esos ejemplos en la historia de caballero prodigioso y bienhechor de la humanidad. Nansen murió de viejo en 1930. Tras sus expediciones por tierras y mares polares, e impresionado vivamente por las hambrunas y enfermedades que observó cuando anduvo por las estepas rusas, se dedicó a poner sus investigaciones al servicio de la sociedad y de la historia. Tras la Primera Guerra Mundial, llegó a ser alto comisionado de la Liga de las Naciones, y así salvó indirectamente la vida de 427.000 refugiados en 1920 (entre ellos, Igor Stravinsky, Sergei Rachmaninov, Marc Chagall y Anna Pavlova).

De vuelta de su viaje de tres años por el Polo Norte, su carrera diplomática y política no le impidió continuar sus investigaciones científicas, así como proseguir con la escritura de libros y ensayos. Fue, además, padre y abuelo de otras destacadas personalidades.

Antes de embarcarse en el Fram para la exploración que relata en su diario, y siendo muy joven, Nansen se había graduado en Zoología, y había realizado, posteriormente, una investigación pionera en la teoría neuronal, originariamente propuesta por Ramón y Cajal.

Gran deportista y destacado esquiador, comenzó realizando una travesía de 500 km por Groenlandia en esquíes, con una temperatura de -45ºC. De regreso a Noruega, Nansen impartió clases en el instituto zoológico de la Universidad de Oslo, publicó dos libros y varios artículos (ciertamente, además de científico y esquiador, el muchacho –no tenía aún treinta años- era, también, un buen escritor). Pero un espíritu inquieto como el suyo no podía adaptarse a una rutinaria y acomodada vida de ciudad, y no tardó en planear un nuevo proyecto.

Esta vez se trataba de organizar toda una expedición en barco a zonas polares. Existía la experiencia del Jeannette, que había quedado atrapado en el hielo y finalmente fue destrozado por las presiones de las masas heladas. Sus restos fueron recogidos tres años después, tras llegar arrastrados por unas corrientes que probaban la existencia de un flujo de aguas de este a oeste a lo largo de todo el océano Ártico. Apoyado en esta hipótesis, Nansen ideó la construcción del Fram, un buque con resistencia suficiente para soportar la presión de las masas heladas.

La atrevidísima propuesta de Nansen consistía, nada menos, en mantener encallado al Fram entre los hielos durante todo un invierno (un invierno polar, con sus meses de oscuridad absoluta y sus temperaturas por debajo de los -45ºC), hasta que la propia corriente ártica, con el deshielo, elevase al barco y lo arrastrase de manera natural hacia la ruta planeada.

Toda esta experiencia, finalmente exitosa, es la que relata Nansen en su libro “Hacia el Polo. Relato de la expedición del Fram de 1893 a 1896(Ed. Interfolio), desde que sale del puerto de Oslo, dejando a su esposa y a su hija de seis meses, hasta su triunfal regreso, tres años después.

Nansen fue mucho más allá de su travesía en el Fram. Interesado por recoger muestras de los fósiles y plantas de las zonas polares de las que nadie había conseguido regresar, en un momento de la travesía, se baja del Fram, acompañado por Johansen, 30 perros, dos canoas y dos trineos, así como una pesada carga de provisiones, y se aventura en una larga y oscura noche para atravesar una extensa banquisa. El relato de toda la aventura parece digno de la mejor ficción. Este es uno de esos ejemplos en los que la realidad supera con creces cualquier peripecia imaginada.

Nansen era mucho más que un científico y un explorador. Algunos de los párrafos de su diario emocionan por la profundidad y determinación con que abordó su existencia : “Todos los exploradores que se han visto presos en las banquisas esperaban con impaciencia el deshielo estival. Yo, al contrario, deseo que el hielo conserve su cohesión y prosiga su marcha hacia el norte. En este mundo, todo depende del punto de vista con que uno se coloca. El navegante que parte con la ilusión de poder surcar aguas libres hasta el Polo, se lamenta de verse bloqueado, mientras que otro, decidido a dejarse coger por el hielo, no se queja, aunque encuentre agua libre. En esta vida, el que quiere lo más, pide frecuentemente lo menos”.

Definitivamente, Nansen, estuvo -permítanme pensarlo- tocado por la mano de algún dios vikingo muy poderoso.


El buque Fram


Escrito de Nansen. Museo del Fram. Islote de Hovedoya, Oslo.

lunes, 11 de julio de 2011

Tráfico lucrativo de libros: fetiche y objetos de deseo


Capitular miniada del Códice Calixtino. Siglo XII


El robo del Códice Calixtino, manuscrito del s.XII, sustraído de su caja fuerte en la catedral de Santiago de Compostela es un motivo de reflexión sobre la finalidad de un libro como objeto valioso, nueve siglos después de cumplir su función original: ser un devocionario y una guía del camino para los peregrinos.

Se dice que no hay pistas, o al menos, los investigadores, no revelan nada –con criterio muy acertado- acerca de sus pesquisas. Lo cierto es que una pieza de tamaño valor e importancia, que ha saltado a la fama incluso para los más profanos debido al hecho delictivo- no es fácil de vender en cualquier mercado.

Ningún anticuario compraría un objeto tan caro que después no pudiese, a su vez, poner a la venta. También se descarta que pueda ser vendido a museos o instituciones, por su precio inalcanzable, y dado que ya figura en las listas de la Interpol de patrimonio robado.

Milagros del Corral, ex directora de la Biblioteca Nacional, sostiene que probablemente se trata de un robo por encargo: algún coleccionista caprichoso, se enamoró del Códice Calixtino, y ha mandado que se lo traigan para engrosar su biblioteca. De ser así, el Códice se habría convertido, ciertamente, siglos después, en un objeto de deseo, una suerte de fetiche anhelado para el recreo personal de algún poderoso en la contemplación de unas páginas que jamás podrá mostrar a nadie, bajo riesgo de que en cualquier momento alguien explique más de la cuenta sobre lo que vio.

Según la Interpol, el tráfico de obras de arte es el tercer delito más lucrativo en el mundo, tras el comercio de drogas y de personas.

Pienso en los copistas y en los ilustradores de las páginas del Códice Calixtino, que hace tantos siglos dejaron su paciencia, su habilidad, y su vista desgastada, en horas y horas de elaboración sobre aquellas páginas de pergamino.

Pienso en las vicisitudes de la historia del propio libro, que relata Eduardo López Pereira, estudioso del códice y traductor de una de sus partes, en un interesante artículo publicado en El correo gallego. Eduardo recomienda (cito textualmente su escrito, por la belleza del texto original del Códice al que alude): Nada mejor en esta ocasión que releer la carta-prólogo que el propio papa Calixto, entre la verdad y la ficción literaria del propio texto, escribió como prólogo del códice: ‘‘Pues en verdad –dice el papa Calixto– he pasado innumerables angustias por este códice… Caí en poder de ladrones y despojado de todo, sólo me quedó el manuscrito. Fui encerrado en prisiones y perdida mi hacienda, y sólo me quedó el manuscrito. En mares profundos naufragué muchas veces y estuve a punto de morir, y al salir yo, salió el manuscrito sin estropearse. Se quema una casa en la cual yo estaba, y, consumido mi ajuar, escapó conmigo el manuscrito sin quemarse. Por eso di en pensar si ya este códice que deseaba llevar a cabo con mis manos sería grato a Dios".

Quisiera creer que este texto metafórico que escribió su prologuista tendrá ahora un poder beneficioso sobre el libro robado, y una vez más, el libro quedará en algún lugar seguro, que no será agredido para recortar sus hojas con un vulgar cúter y ser vendido en trozos a los mejores postores.

Lo más triste de la condición humana no es sólo su falta de escrúpulos para traficar incluso con sus congéneres, sino –terrible- para convertir la Belleza y la Sabiduría en una mercancía o un fetiche con fines mercantilistas y banales.


Códice Calixtino.

domingo, 19 de junio de 2011

Encuentro de tres cazadores con tres hombres muertos


Estas miniaturas pertenecen al Libro de Horas de la princesa Bonne de Luxemburgo (nacida en Praga, Bohemia, con el nombre de Jutta, el 20 de mayo de 1315). El ejemplar mide 12,5x9,1 cms y se conserva en The Cloisters de Nueva York).

Tal como muestra la imagen, los tres caballeros de la página izquierda (cazadores) dialogan con los de la página derecha (muertos); integrando un diseño unificado para ambas páginas por medio de una conversación entre los personajes.
El primer difunto le dice a un cazador: “Lo que ahora sois, nosotros lo fuimos”, mientras que el segundo explica que “la muerte llega tanto a reyes como a pobres”. Por último, el tercer muerto sentencia: “Nadie escapa”. Se trata de una escena muy de moda en la Europa medieval, con el fin de hacer reflexionar al lector devoto sobre la caducidad de la vida.

Las princesas medievales pusieron de moda los devocionarios y Libros de Horas hacia el siglo XIV, época en que del libro románico en grandes formatos y de uso colectivo (monasterios, iglesias) se pasa el libro gótico, en pequeño formato, y de dimensiones adecuadas para el uso individual en la liturgia de las horas. La mujer medieval no tenía apenas acceso al mundo intelectual: las de clases bajas, eran analfabetas. Algunas damas de la aristocracia recibían formación para ser damas de honor y manejar la administración de bienes. Sólo las nobles y las reinas sabían leer y podían tener libros, aunque, eso sí, devotos. Las princesas y reinas no podían escapar a un destino de tenaz formación religiosa y prácticas cristianas. En cualquier caso, esta forma de vida era una oportunidad –quizá la única- para acercarse a la cultura; de hecho, algunas reinas gustaban de rodearse de exquisitas obras de arte (valga este Libro de Horas como ejemplo, pues más que un devocionario, es una exquisita colección de pinturas miniadas), y de ejercer el mecenazgo.

El tratamiento naturalista de los cadáveres, las mayúsculas decorativas, los elementos vegetales de las orlas y, sobre todo, los pájaros (reconocibles en sus diversas especies) que las adornan, tienen claras influencias del taller parisino de Jean Pucelle (miniaturista que introdujo en Francia las características pictóricas del trecento italiano, con las innovaciones naturalistas y volumétricas que habían aportado Duccio y Giotto). Las ilustraciones están realizadas al temple y con pan de oro bruñido; y el soporte es pergamino.

La introducción de las aves en las orlas tan característica del taller de Pucelle era una suerte de distracción (llamado técnicamente “Drolerie”) para un lector
-en este caso, lectora- laico. Seguramente un fraile o una monja no hubiera podido permitirse un divertimento semejante en ninguna de las páginas de los libros religiosos.

Otro elemento que llama la atención en las orlas es la heráldica. Los escudos irán tomando cada vez más protagonismo en los libros ilustrados de los siglos posteriores. Más adelante, los escudos se incorporarán en las encuadernaciones, para que a simple vista y sin abrir el libro, se sepa quién es el propietario. Pero recordemos que nos hallamos en el siglo XIV, y todavía las encuadernaciones no han introducido esta innovación.

Bonne de Luxemburgo fue madre del rey Carlos V de Francia. A sus 17 años, se le concertó en matrimonio con el futuro rey Juan II de Francia -que entonces era solamente un adolescente de 13-; convirtiéndose en duquesa de Normandía, y la condesa de Anjou y de Maine.
El nombre de Jutta (o Guta) traducible en Inglés como “Buena” (en el caso femenino), fue cambiado en el momento del matrimonio a “Bonne” (francés) o “De buena fe” (en latín). Bonne murió a la edad de 34 años, víctima de la epidemia de peste bubónica que asolaba Europa a mediados del siglo XIV, un año antes de que su esposo fuera coronado como rey. Por esta razón se la nombra como “princesa”.

Durante sus años de princesa en Francia, se cultivó en la cultura y en las artes, prodigándose en el mecenazgo de artistas, y legando al patrimonio de la humanidad encargos tan exquisitos como este pequeño libro.

Uno de sus protegidos favoritos fue el poeta y compositor Guillaume de Machaut.

En el siguiente enlace puede escucharse una obra de este autor, máximo representante del movimiento musical de Ars Nova:

http://tonomusical.com/videos/9ti59NdbG1c/Sh4m69/

Je vivroie liement/liement me deport

lunes, 13 de junio de 2011

Leonard Cohen: He's our man




Quizá algún duende enviado por Federico García Lorca ha tocado las orejas –y los corazones- del jurado de la edición 2011 del premio Príncipe de Asturias de las Letras para decidir que se otorgue a Leonard Cohen, más famoso por su faceta de cantante que por la de escritor.

En todo caso, si se presta un poco de atención a las letras de sus canciones, enseguida se capta su talento poético y literario. Y, ahondando en su biografía, tras escuchar sus temas, cuadra a la perfección enterarse de que este “chico” (nacido un 21 de septiembre de 1934, en Canadá) se graduase en Literatura en la Universidad McGrill de Montreal . Escritor de varias obras literarias –además de sus álbumes musicales- , Cohen se enamoró en su juventud de la obra de García Lorca, cuya influencia le marcó hasta el punto de bautizar a uno de sus retoños con el nombre de Lorca Cohen.

Los temas recurrentes en Cohen han girado en torno a la religión (de familia con ascendencia judía, un dato sorprendente en su biografía es que, a la edad de 70 años, se recluye durante un quinquenio en un monasterio budista para hacer vida de monje zen y salir luego de gira de conciertos por todo el mundo), las mujeres, el sexo y las relaciones (su currículum sentimental es interminable), la música y la depresión psicológica.

Cohen se ha mostrado durante toda su carrera como el eterno melancólico que, en ocasiones refugiado en el alcohol, o en los brazos de alguna señora maravillosa, y en otras, escribiendo libros, buenas canciones, o incluso pintando, ha sabido sacar partido, de su tristeza congénita.

Dotado de un registro de voz cavernoso y susurrante, Cohen nos ha enamorado durante décadas en el escenario (y en casa, simplemente escuchando sus discos). El viejo cantoautor, en su última gira (casi obligado a realizarla para recuperarse financieramente de un desfalco realizado por un asesor de su confianza), continuó dejando rendidos a sus seguidores, aun a pesar de las limitaciones de registro y energía inherentes a su avanzada edad.

Hay quienes han criticado que el premio Príncipe de Asturias no se haya quedado este año dentro del estricto ámbito de algún personaje con carrera literaria –y no mezclada con musical- más sólida. El jurado, sin embargo, ha valorado “el imaginario sentimental” que ha logrado crear Cohen a lo largo de su trayectoria “en el que la música y la poesía se funden en un valor inalterable”.

Sin ser jurado de ningún otro juicio que del gusto propio, de Cohen me quedo con todo: con la letra de cualquiera de sus canciones, con su registro oscuro (aun repetitivo, a lo largo de toda su discografía), con su porte de chico malo elegante aun a sus años, e incluso con sus desmanes de juventud, por los que alguna vez ha pedido perdón en público a su familia.

Me uno desde aquí al homenaje que se le rinde desde las Letras españolas con este premio, porque Cohen sigue siendo “my man”.



I'M YOUR MAN
(by Leonard Cohen)


If you want a lover
I'll do anything you ask me to
And if you want another kind of love
I'll wear a mask for you
If you want a partner
Take my hand
Or if you want to strike me down in anger
Here I stand
I'm your man
If you want a boxer
I will step into the ring for you
And if you want a doctor
I'll examine every inch of you
If you want a driver
Climb inside
Or if you want to take me for a ride
You know you can
I'm your man

Ah, the moon's too bright
The chain's too tight
The beast won't go to sleep
I've been running through these promises to you
That I made and I could not keep
Ah but a man never got a woman back
Not by begging on his knees
Or I'd crawl to you baby
And I'd fall at your feet
And I'd howl at your beauty
Like a dog in heat
And I'd claw at your heart
And I'd tear at your sheet
I'd say please, please
I'm your man

And if you've got to sleep
A moment on the road
I will steer for you
And if you want to work the street alone
I'll disappear for you
If you want a father for your child
Or only want to walk with me a while
Across the sand
I'm your man

If you want a lover
I'll do anything you ask me to
And if you want another kind of love
I'll wear a mask for you

viernes, 3 de junio de 2011

Leonora cumple su sueño




La muerte de la pintora Leonora Carrington, pocas semanas después de haber cumplido 94 años, es una triste ocasión para rendir homenaje a las mujeres artistas que, por su condición, lucharon en épocas difíciles para reivindicarse a sí mismas y para seguir creando, a pesar de las circunstancias.



Decía Leonora Carrington que, muchas veces, los personajes subían solos a los cuadros. No parece difícil para alguien cuyos sueños suben directamente a cada uno de sus actos cotidianos. Recién fallecida la pintora (Inglaterra, 6 de abril de 1917 - Nuevo México, 25 de mayo de 2011), cabe preguntarse dónde irá el movimiento Surrealista ya sin ella, su última representante.

La pintora no se preguntaba por el destino de su obra, cumplida la finalidad de servir de expresión para sus sueños. Sin embargo, en los últimos años, una pregunta que frecuentemente rondaba por su interior no era otra que la que todos los humanos nos planteamos alguna vez en la vida : ¿qué pasará después de la muerte?. “Es lo que más me gustaría conocer. Los sueños son lugares y la muerte, también. Cada ser humano se convierte en una personalidad diferente al dormir, y lo mismo sucede al morir. Son lugares en los que la tercera dimensión desaparece, de la misma forma que se evapora el consciente”.

La biografía de Leonora es intensa como sus cuadros y sus sueños: personajes oníricos, formas inesperadas, combinación de color y misterio que ofrece al espectador un enigma en cada obra, traducción al lienzo de una personalidad genial y excéntrica, atraída por la mitología celta, el ocultismo y la época del Renacimiento.

A Leonora se le conocieron varias patrias y varios amores. No era sencilla la vida para una mujer de sus características en las primeras décadas del siglo XX. Fue Marx Ernst –amante y amigo- quien la introdujo en el movimiento surrealista. De la mano de André Bretón, Picasso y Dalí creció en ideario y estética, mientras vivía una feliz etapa en Francia, que terminó tristemente truncada por el arresto de Marx Ernst en 1939, por motivos políticos.

El dolor de perder Marx la trajo a España, por orden de su propio padre, para quedar ingresada por una supuesta desestabilización psicológica en un hospital psiquiátrico de Santander, etapa que dejó una marca imborrable en sí misma y en su obra pictórica, y que plasmó también en una curiosa vertiente literaria (autora de novelas, cuentos y unas memorias tituladas En bas - Memorias de abajo- que relatan su experiencia en el sanatorio).

Mujer inteligente y fuerte, logró finalmente escapar del frenopático, y llegar a Lisboa, donde su amigo Renato Leduc le ayudó a emigrar a México, donde ha pasado el resto de sus años, manteniendo estrechos lazos con amigos y colegas artistas, creando su propia familia, y, sobre todo, pintando: “La pintura es como un centro donde todos los lugares invisibles de la mente se vuelven visibles. Sólo pinto cuando siento energía, pero continúo viviendo cada día por y para mi trabajo. Pintar es para mí un oficio artesanal, como el de los carpinteros que usan las manos y el cuerpo para crear una visión. Es algo artesanal y ese procedimiento está desapareciendo. Los surrealistas eran muy buenos en ese sentido. Picasso, que venía a visitarnos a Max y a mí, era ante todo un gran artesano”.

Después de todo lo aprendido a lo largo de su vida, Carrington decía en una entrevista, a sus 88 años, que seguía creyendo en el ser humano, aun cuando no le gustaba hacer una distinción entre humanos y animales: “ Tenemos un alma humana, pero también de animal. No creo que los seres humanos sean una raza muy divertida. Se está creando un mundo horrible, lleno de guerras absurdas, odios feroces e injusticias. Todo ello habla de la calidad de los animales humanos. Estoy convencida de que la raza humana no es superior a la de otros animales. Creo que el mundo animal es universal, pero su potencial no ha sido explorado”.

A pesar de su edad avanzada, en los últimos tiempos, Leonora no paró de crear, aunque a veces necesitase ayuda para llevar a cabo grandes esculturas. Esa inquietud artística fue seguramente la que la mantuvo en plenas facultades hasta el final.

Temino esta entrada con unas palabras de su biógrafa, Elena Poniatowska: “Leonora nunca sacrificó su ser verdadero a lo que la sociedad convencional esperaba de ella, nunca aceptó el molde en el que nos cuelan a todos, nunca dejó de ser ella, escogió vivir en un estado creativo que hoy nos exalta y nos llena de admiración, defendió su talento desde la madrugada hasta el anochecer, primero contra su padre y después contra una clase social que pretendía imponerle leyes estrictas, las mismas que han impedido el florecimiento y la creatividad de hombres y mujeres de talento que finalmente se rinden y regresan al conformismo. Leonora Carrington nunca cedió, jamás le importaron las apariencias, nunca guardó la fachada, vivió para pintar y para sus hijos -Gaby, filósofo y poeta, Pablo, pintor y médico con quienes tuvo una relación entrañable, la más cercana que pueda darse entre una madre y sus hijos-. El único fin de su vida fue defender su vocación de pintora y escribir textos.

¿Fue feliz Leonora? Quién sabe. ¿Somos felices nosotros? Ustedes dirán. Alguna vez, Leonora declaró que no tenía nombre para la felicidad pero si lo tuvo para la rebeldía”.




viernes, 27 de mayo de 2011

Joan Mora o la grandeza de lo sencillo






Existe en la comarca aragonesa de Valdejalón una cantera de piedra jurásica, ya explotada en época de los árabes, y se dice que, anteriormente por los romanos, cuya caliza negra resulta muy apreciada por los escultores actuales. Paseando in situ por los aledaños de las canteras, uno puede jugar a imaginar que aquel material rotundo y grandilocuente que parió la Madre Tierra se convertirá en algo bello, indeterminado, quién sabe si estremecedor, entre las manos de algún artista de algún lugar en el mundo.

Un día insospechado, paseando por alguna calle remota de alguna ciudad del orbe, una galería de arte desvela el misterio de hasta dónde una mano humana talentosa es capaz de llegar moldeando el material agreste cuyas cualidades, en bruto, hubieran resultado insospechadas. La galería Artur Ramón de Barcelona expone la obra del escultor Joan Mora Soler (Barcelona, 1944), para demostrar que Miguel Ángel Buonarroti tenía razón cuando dijo: “La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas”.

Las piedras de aquella cantera se han transformado por obra y gracia de Joan Mora en misteriosos paquetes, cajas, contenedores, bolsos y bolsas, cuyo sutil realismo y exquisita factura técnica dotan al objeto de hablar por sí mismo. La perfección de cada una de las piezas es tal, que tiene el atrevimiento de incitar a que abramos los paquetes, descorchemos las botellas, descolguemos el teléfono, tiremos de la cuerda que ata un envoltorio, o acariciemos al perro que, en expresiva postura, nos mira a los ojos pidiendo tacto.

Al aproximarnos a las obras, sin embargo, surge el respeto que inspira una obra de arte bien concebida: aquello es tan sublime que, por supuesto, será intocable, porque lo sublime no puede ser profanado. Es en ese punto donde el espectador comienza a sentir el misterio: ¿qué contenía esa cartera? ¿qué había dentro de aquella bolsa? ¿y en ese paquete? ¿hubo media docena de huevos en aquel pack de mármol, que recuerda al cartón? ¿hay aire contenido en el bloque de mármol que simula un balón de fútbol desinflado? ¿qué contiene esa caja con vetas de madera que en realidad es de piedra? ¿es bebible el refresco de aquella lata de mármol? ¿qué voz nos lanzará qué mensaje desde el otro lado del teléfono de piedra?

Embelesados por los visos de frustración por no poder desvelar estos misterios y la mezcla de recreación estética que se siente al aproximarse a la escultura de Joan Mora, se sale de la galería con la sensación de haber asistido al espectáculo silencioso del acto de humildad de un genio. Alguien que ha puesto su talento de rodillas ante las cosas pequeñas y cotidianas, para transformarlas en un sutil enigma que dota de poesía y alma propia a la piedra de la cantera.

sábado, 21 de mayo de 2011

¿Hacia dónde caminamos?



"El cuarto estado" (1898-1901), cuadro de Giuseppe Pellizza de Volpedo . La clase de trabajadores del campo avanza, en ritmo ordenado y silencioso, hacia los nuevos barrios de las periferias industriales de las entonces recientes ciudades. Su límite está colmado. No obstante, su actitud no es provocadora: simplemente, decidida.




Concentración de la Puerta del Sol en Madrid, España, el 20 de mayo de 2011. Miles de ciudadanos acampan en las calles. La intención general tampoco parece ser de desafío. Una vez más, se repite la historia. ¿Hacia dónde avanzaremos ahora?


Carambolas del devenir histórico: tantos años en busca de conseguir el sufragio universal, y de repente, uno se despierta un 15 de mayo de 2011 y se da cuenta de que el voto legitimado por derecho puede haberse transformado en una perversión en pro de un sistema cuyo objetivo no ha sido precisamente en los últimos tiempos velar por la salvaguarda de ciertos derechos fundamentales (léase trabajo, vivienda, salud…)

Deliberadamente menciono la palabra “despertar” un poco más arriba, porque no han faltado mentes avispadas que, durante los últimos años, han observado con pena a masas despiertas solamente cuando se trataba de echarse a la calle para honra y veneración del fútbol, deporte mundial y nacional, y para recibir a alguna estrella del espectáculo o el faranduleo. Cuando no para hacer colas en las rebajas, engullidos por la maquinaria consumista y el beneplácito de la tarjeta de crédito cuando se había agotado el efectivo (mientras los señores de los bancos se frotaban las manos con tamaña lluvia de facilidades).

Nihil novum sub sole –nada nuevo bajo el sol-, pronunció Salomón hace milenios, y aún hoy continúa vigente la máxima. No es novedoso salir a la calle a protestar. Si observamos la dialéctica hegeliana y su explicación de la Historia de la Humanidad a través de ciclos que se repiten, podría pensarse que estamos ante otra vuelta de tuerca de más de lo mismo. Que una vez más –otra- los humanos construyeron una nueva era un día fundamentada en un paradigma diferente (en este caso, la era capitalista y del consumo; subsiguiente a la revolución industrial), y que –como todo en la vida- estamos asistiendo al principio de su verdadero final.

Paseando entre las gentes autoconvocados en las plazas de las capitales españolas y europeas, encontramos personas pidiendo lo mismo que se pedía hace 100 años y hace 500. En definitiva, el ser humano, se levanta un día, y piensa que, más allá de su aparente bienestar apadrinado por los poderosos, puede cuestionarse si puede elegir sus condiciones de vida, y si tiene herramientas y arrestos para conseguirlo. Pero, lamentablemente, para que la gota que impulsa haya colmado el vaso, han tenido que suceder muchos abusos y demasiadas circunstancias provechosas para unos pocos y sangrantes para la mayoría.

Hace meses, quizá algunos años, que las mentes más lúcidas empezaron a avanzar, cual secreto a voces, que la Era Capitalista tenía los días contados. Europa se había hecho vieja, sin querer reconocerlo, en unas estructuras socio-económicas que ya estaban obsoletas. Se sostenían para flagrante beneficio de unos pocos, que, enmascarando todo el engranaje del Sistema con argumentos ideológicos y políticos, pudieron engatusar a las mayorías mientras ejercían un paternalismo de pretendido estado de bienestar, y entretenían a la masa con espectáculos deportivos y escatología televisiva. Algunos siguieron creyendo en el sistema de partidos, y, por un tiempo, confiaron en unos líderes de un color o de otro, ninguno de los cuales, en el fondo, ha sabido defender un auténtico sistema de valores, ni una ética del ciudadano.

Afortunadamente, parece haber llegado el día en que los homo sapiens de este país y quizá de este continente, han iniciado su marcha digna y pacífica a tomar en las calles un sufragio que va mucho más allá del que se ejecuta en las urnas: el derecho a optar por nuevos modelos que no dependan de gobernantes corruptos, ni de la avaricia de los banqueros.

Si los campesinos del cuadro de Pellizza de Volpedo caminaban hacia un futuro con pan en el extrarradio de las ciudades, cabe preguntarse hacia dónde camina el humano del siglo XXI. Cuasi-finiquitada la Era Capitalista, y tal como vaticina el modelo determinista hegeliano, se augura una era diferente, pero basada en otro modelo, quién sabe si plácido en sus inicios, pero igualmente condenado a su perversión dentro de otros cien o doscientos años.

Echemos un vistazo alrededor, y observemos cómo todo huele a tecnología, avances científicos, y vértigo informático. La Era Digital es, posiblemente, el nuevo paradigma que verán nuestros hijos y nietos.

La siguiente pregunta es cuánto aprendizaje –cuánta evolución espiritual- ha sido capaz el homo sapiens de asimilar a lo largo del devenir de los ciclos de las civilizaciones, desde que nuestra especie puebla el planeta, y si en la era de la tecnología habrá de verdad un auténtico progreso en el alma colectiva... ¿hacia dónde caminamos?

sábado, 14 de mayo de 2011

El terror de la cirugía

Durante la primera década del siglo XXI, la artista plástica francesa Orlan ha venido utilizando su cuerpo como "objeto de arte" sometiéndolo a numerosas operaciones de cirugía para mostrar sus extrañas transformaciones en diversas perfomances. www.orlan.net/

Libro de cirugía de Roger de Salerno. Copia hecha en Francia, siglo XIII, de un manual de medicina escrito por R. de Salerno, caballero cruzado.


Si alguno de los médicos integrantes de la Escuela de Medicina Salernitana levantase la cabeza, doce siglos después, vería probablemente algunos horrores en la medicina actual, tal como podemos ver nosotros en la cirugía medieval.

No quisiera herir susceptibilidades médicas. Tengo que hacer urgentemente una matización: me refiero a ese tipo de cirugía innecesaria para la salud que se practica con tanta frecuencia en nuestro siglo, la cirugía estética o plástica, cuando se lleva a cabo por motivos no muy bien justificados (otro asunto es en casos de accidente o traumatismo con grave deformación).

Se ha llegado a utilizar el cuerpo voluntariamente para "crear arte" exhibiendo transformaciones -yo las llamaría casi carnicerías- hechas en quirófano. Vean , si no, la página web de la artista Orlan. www.orlan.net

Una de las dos imágenes que acompaña a este post es una página del Libro de Cirugía de Roger de Salerno. En ella aparecen descritos algunos males y remedios de la época de las Cruzadas, ilustrados en forma elocuente: tripas fuera, vísceras al aire, grandes llagas, sanguijuelas, estacas clavadas en el tórax...

Por si la escena no es suficientemente terrorífica, en la franja superior, la ilustración ofrece momentos angustiosos de la pasión de Cristo –con ensañamiento descriptivo similar-. Esas imágenes fueron concebidas en el siglo XIII, época en la que imperaba la moda del terror y respeto, a la vez que adoración, por todo lo religioso. Interesaba adoctrinar al pueblo e instarles a rendir culto a una tendencia determinada. Esa es la razón de la omnipresencia de iconografía religiosa aun en libros profanos, como pudiera ser un tratado de medicina.

Si estas ilustraciones pueden resultar chocantes a un lector de hoy, me pregunto qué pensarán los seres humanos de dentro de 10 ó 12 siglos cuando observen (en los documentos y manuales médicos que actualmente se escriben) que en el siglo XXI era normal practicar cirugía solamente para añadir, quitar, modelar o estirar partes del cuerpo humano. ¿Qué pensarán cuando vean a ciertos individuos, contentos con sus labios deformados tras haberse sometido a una operación? ¿y cuando miren la nariz-patrón de tal tendencia, cuyas formas características lucían con orgullo -todas iguales- varias decenas de personas? Por no entrar a hablar de atributos femeninos: glúteos, caderas, pechos, anormalmente modificados por capricho de la propietaria, tras pasar por horas de anestesia, postoperatorio, pérdida de sangre, y todo el riesgo que entraña una intervención de estas características.

La moda que impera actualmente también tiene algo que ver con una imposición terrorífica: se hace una propaganda tácita del terror por la arruga, por salirse del cánon; terror cuando las anatomías ceden a la fuerza natural de la gravedad o muestran algunas medidas que están de más o de menos. Nada de esto está bien visto socialmente.

Como en la Edad Media se temía la llegada del Apocalipsis, en la actualidad se teme la llegada de la decrepitud natural: se teme a la cana, a la arruga, y se teme a todo lo que se sale de lo que se supone que es bello. Existe también una adoración insana por determinados modelos, casi siempre artificiales, creados por la publicidad, las pasarelas, la industria del cine o de la música, o, incluso, peor aún, devoción por arquetipos estéticos creados por la televisión de más baja calidad.

¿No estaremos rindiendo culto a otra tendencia que es fruto de un siglo, o de una época? ¿a quién o a quiénes les interesa fomentarlo?

Por cierto, ¿qué dirán los arqueólogos del futuro cuando encuentren restos humanos con prótesis de silicona?

lunes, 9 de mayo de 2011

Ballenas y expectativas


Cuando tenía 5 años, esa época mágica en que uno va descubriendo el mundo, vi un día en Tv una escena de ballenas. En el blanco y negro de la pantalla de entonces, la grandeza majestuosa de los cetáceos me impresionó vivamente. Reinas absolutas de los mares, uno de los animales más enormes, me pareció que no podía haber un ser más señorial en todo el planeta.

Empecé a coleccionar fotos de ballenas, que guardaba en una cajita de cartón. Cada vez que encontraba una ballena en una revista o periódico, hacía un recorte de aquello, y lo colocaba en mi caja de tesoros con devoción. No tardé en empezar a pensar que, de mayor, viviría en alguna zona del mundo en la que estaría bien cerca de las ballenas y las observaría cada día. Aquella caja de retales de papel se convertía, de algún modo, en un mito en mi mente, que abrigaba cada vez que sostenía las fotos entre mis manos y me escapaba, soñando, hacia algún mar frío. Lamentablemente, después de varios meses, comprobé que sólo había conseguido encontrar tres fotografías –muy pequeñas- de ballenas, las mismas tres que observaba cada día; porque no había más.

La historia de mi cajita de ballenas continuó con prosperidad. Un buen día -harta de que no hubiera forma de aumentar la colección de imágenes de ballenas- decidí mezclar en la caja caballos. Había visto uno al natural, y me pareció que no dejaba de ser, también un animal grande y majestuoso,. Y estaba mucho más cerca. Además, encontré fotos de caballos para recortar en muchas revistas; ¡eran mucho más fáciles de conseguir!. Pronto logré reunir unas pocas decenas.
Casi sin darme cuenta, me descubrí feliz disfrutando de aquellas otras estampas. Tanto como cuando observaba sólo las tres -las mismas tres- del gran cetáceo que aún no he tenido ocasión de ver nunca en la realidad, tantos años después.

Toda esta anécdota de las ballenas es un pretexto para hablar de las expectativas. Uno ve, oye o siente algo que le emociona, y se adhiere a aquel sentimiento, aquella idea, aquel objeto; y cree que, con soñarlo, lo tiene casi conseguido. Casi lo ve en su mano, y la ficción del sueño llega a ser un día más real que la propia realidad.

De repente, alguna fecha del calendario más o menos lejana, pero presente en ese momento, nos devuelve con una bofetada el triste desengaño de que la expectativa resultó ser un absoluto imposible en términos fácticos.

En ese momento, probablemente no es tan oscura la ruptura de aquella ilusión como el tomar conciencia del tiempo y la energía que se invirtió fantaseando con algo quimérico, cuando quizá en el día a día cotidiano, existían asuntos, objetos, aromas e ideales mucho más alcanzables, y siempre susceptibles de ser amados: tanto como aquella expectativa.

lunes, 2 de mayo de 2011

Dos películas para no perderse (ni perdérselas)


Fotograma de la película "En un mundo mejor", de Susanne Bier.


Sendos vehículos cargados de hombres armados hasta los dientes se acercan a dos dispensarios médicos. El uno, en un campo de refugiados de un lugar indeterminado de África. El otro, en Tibhirine (Argelia). En ambas escenas, de los jeeps emergen los líderes del terror, exigiendo en un caso una cura de urgencia para su jefe y, en el otro, un saqueo de medicinas. En ambos lugares, el médico encargado, mira a los ojos al terrorista, y no se arredra. Simplemente, pronuncia una una frase parecida a “En esta casa que yo habito no entran armas”. A partir de aquí, cualquier posibilidad de negociación queda cerrada si los respectivos jefes terroristas no ordenan ipso facto la retirada de sus hombres armados.

Estas dos escenas pertenecen a dos películas ambientadas en contextos muy diferentes, pero con un momento común de máxima tensión, en el que los protagonistas, ante una situación similar de amenaza y terror, sacan la cara valiente y honrosa de la condición humana y se redimen con una respuesta universal de pacifismo.

“En un mundo mejor”, de la directora danesa Susanne Bier, cuenta la historia de Anton, un médico que divide su tiempo entre largas estancias de trabajo en un campamento africano y una pequeña ciudad idílica en Dinamarca, donde reside su familia. De hecho, su hijo mayor, de diez años, está siendo víctima de acosos y burlas por parte de sus compañeros de colegio. Las injusticias de las que es testigo el protagonista en el campo de refugiados de África, perpetradas por un tirano que persigue cruelmente a jóvenes embarazadas para someterlas a carnicerías, se trasladan con no menos hondura al panorama colegial de su niño; otra criatura que también, -por ser vulnerable, como lo es una mujer gestante- es acorralado verbalmente con ensañamiento por parte de pequeños tiranos que se creen más fuertes que él.
Anton invierte paciencia y esfuerzos, con los escasos medios, en operar y curar a las mujeres torturadas. Hasta que un día es el mismísimo verdugo quien llega a su campamento, acompañado de muchos hombres armados, en busca de tratamiento médico para sí. Entonces se produce el momento en que Anton le ordena retirar las armas, y haciendo gala de coraje y humanidad sin límites, se arremanga para intervenir quirúrgicamente al terrorista, sin tener en cuenta otra cosa que su deber moral de salvar a todo paciente que se ponga en sus manos.

La otra película con parecidas resonancias, aunque el tema tiene poco que ver, es el filme francés “De dioses y hombres”, de Xavier Beauvois. En este caso, lo que de verdad impacta es que el guión esté basado en hechos reales. Durante los años noventa, en un monasterio cisterciense de las montañas del Magreb, una comunidad de monjes franceses se dedica a tareas hortícolas, y a otras propias de la vida contemplativa, a la vez que uno de ellos, médico, atiende a los aldeanos en un pequeño dispensario anexo al edificio. Un día, irrumpe en el monasterio un comando terrorista, armados con metralletas, exigiendo que se les entreguen las medicinas. El abad, como el Anton del otro filme, sostiene la mirada de este otro verdugo, y le ordena retirar las armas, y así lo hacen por esa vez, con otra escena memorable en la que el terrorista y el monje recitan juntos unos salmos religiosos. Pasado ese momento, las amenazas reiteradas harán que la comunidad se cuestione su permanencia en el lugar. Tienen miedo. Pero finalmente toman la decisión de quedarse, entre otras cosas, porque moralmente no pueden romper sus ataduras con los habitantes del pueblo que atienden. La historia, de trágico final –en la realidad así lo fue- es otra descarnada muestra de cómo la no violencia y la solidaridad extremas pueden anidar en el corazón humano, igual que anida el mal extremo.

Somos una especie animal digna de estudio. Todas lo son. Pero, en el homo sapiens, sorprende la capacidad para ejecutar las mejores y las peores cosas. Estas dos películas muestran situaciones extremas en las que los seres humanos actúan con sentimientos de grandes dimensiones: si grande es la atrocidad y la violencia, grande es también la capacidad de respuesta amorosa y pacífica.
La otra cosa que queda por cuestionar después del visionado es en qué porcentaje de situaciones globales en la historia de la humanidad triunfa la Luz y en cuántas la Oscuridad.



Fotograma del filme "De dioses y hombres", de Xavier Beauvois.

jueves, 28 de abril de 2011

Ana María Matute , premio Cervantes 2011: inclinados ante la Reina Hada




Como una niña grande –grande; como un ser radiante de blanco se mostró -una vez más y como ella suele- Ana María Matute al pronunciar su discurso de agradecimiento por haber recibido, por fin, el Premio Cervantes, uno de los principales premios literarios de las letras hispanas, que avalan la trayectoria de toda una vida.

La mujer que es hoy reina de las letras españolas, y un hada toda de luz, dio las gracias no sólo por el premio, sino, sobre todo, por toda la felicidad que en el fondo le ha procurado una sacrificada vida de entrega a las letras.

Desde estas líneas me propongo aprovechar la ocasión de este felicísimo acontecimiento, y, como lectora empedernida de la obra de Matute, expresar también un sincero agradecimiento por tantos buenos momentos como me ha procurado su lectura a lo largo de todo el tiempo que he invertido con entusiasmo en degustar su prosa exquisita.

Ana María es una de los pocos artistas literarios que sabe pintar con las palabras. Sumergirse en su lectura es entrar, por momentos, en cuadros diferentes llenos de colores y paisajes, con aromas de bosque, de flores, de ropa recién lavada. Leer a Ana María es también encontrar consuelo, saber de dónde viene y a dónde va el sentimiento de la soledad, del desarraigo, de los eternos porqués que nacen en las almas de los niños. Cada personaje de las obras de Matute es un poco alguna parte de nosotros mismos, lectores. Y, contándonos como nos cuenta las vidas de todos ellos, pasamos por situaciones catárticas envueltas en una sutil belleza plástica, acompañada de la sencillez de la palabra. Escribir sencillo es lo más difícil del mundo. Y expresar con sencillez, belleza y sensibilidad la complicación que encierra la condición humana, una tarea destinada sólo a unos pocos genios. Tras repasar las páginas de cualquier libro de Matute, uno no tarda en darse cuenta de que cada palabra está escogída, y es ésa, única y bienhallada, que sólo la Matute (como ella gusta llamarse a sí misma) podría haber colocado justo en aquel párrafo y en aquella línea.

A sus 85 años, y llena de humildad y sabiduría, Ana María recibió el galardón que seguramente llevaba mucho tiempo esperando. Durante los últimos años, Matute ha sido la eterna candidata; y sus seguidores acabábamos, cada año, un poco decepcionados, cuando pasaba de largo la oportunidad.

Matute pronunció, como suele, uno de sus memorables discursos (también siempre sencillos, pero profundamente cuajado de sensibilidad e inteligencia). Dejó sin pestañear a los presentes mientras explicaba que no hay mayor veracidad que la que contiene una historia inventada, hablaba de lo que sintieron los niños de la postguerra española, que hubieron de vivir una realidad que superaba cualquier ficción (“la generación de los niños asombrados”); y de cómo nació su vocación por la literatura, al contemplar una chispa de luz azul que se desprendió un día de un terrón de azúcar en sus manos. Mencionó a Gorogó, el muñeco que acompañó los tiempos de su infancia y que inspiró un tierno personaje de alguna de sus obras; un personaje –Gorogó- que la acompaña cada día y cada noche, en el recuerdo, como tenemos todos la suerte de vivir acompañados para siempre, si así lo decreta nuestra imaginación, por aquellas cosas que más hemos amado.

No se olvidó de elogiar el “érase una vez”, o lo que es lo mismo, la costumbre de leer desde bien niña, así como la sombra que dejó en ella la obra del Quijote –la muerte de Alonso Quijano en las páginas arrancó las lágrimas de aquella adolescente de 14 años-.

Sería imposible poner palabras a todas las emociones que despertó en mí Ana María Matute, desde que la conocí a través de una entrevista, y que he vivido intensamente de la mano de todos sus cuentos y novelas. Sólo me queda inclinarme ante la clarísima y humilde majestad de este ser genial, que ha marcado la vida interior de muchos lectores. Ella, como Gorogó, vivirá conmigo para siempre.

Felicidades por el premio, Ana María. Y por muchos años.

miércoles, 27 de abril de 2011

Colodión húmedo


Fotografía  al colodión tomada en el submarino de

En 1851, Gustave Le Gray ideó un procedimiento para emulsionar placas fotográficas, utilizando colodión húmedo  y, como revelador, sulfato de protóxido de hierro.

El colodión es una especie de barniz que se vierte húmedo en  placas fotográficas, que pueden ser de cristal o metal. La superficie se sensibiliza utilizando nitrato de plata. Emulsionada ésta, se dispara la foto que, una vez revelada, habrá de ser fijada con cianuro. Y, como ingrediente de fijado final, una resina cupresácea, la sandáraca (que dota a la imagen de mayor durabilidad).

A toda esta lista de productos químicos extraños y difíciles de conseguir (intenten, si no, ir a comprar cianuro...) hay que añadir la dificultad de un proceso que debe trabajarse en húmedo, es decir, la placa no puede secarse durante todo el proceso de toma y revelado de las imágenes. De ahí que los fotógrafos de mediados del siglo XIX llevasen el laboratorio a cuestas, para proceder a revelar las placas inmediatamente.

El colodión, que había sucedido a otros procesos fotográficos decimonónicos como el daguerrotipo y el calotipo, fue finalmente sustituído por las placas secas de gelatino-bromuro, en la década de 1880.

Desde entonces a nuestros días, la Fotografía ha pasado por una evolución vertiginosa, hasta llegar a la actual fotografía digital, en la que ni siquiera es necesario un laboratorio ni proceso químico alguno. Los resultados con la manipulación de imágenes en Photoshop son espectaculares; pero todavía quedamos algunos románticos que seguimos creyendo que el encanto de los procesos antiguos es insustituíble.

O que vemos una magia y una poesía en los resultados y en esa parte matérica del proceso que no hemos logrado detectar en las fotografías digitales. Y no digo que no sean, también, muy hermosas.

El Colectivo Dinou-dinou está formado por un grupo de fotógrafos que se han reunido en un taller de Barcelona, bautizado por ellos como "El Submarino" para recuperar este proceso. Tras varias semanas de investigación y pruebas, han obtenido curiosos y sorprendentes resultados. Las imágenes, disparadas con una cámara de placas el mes pasado, nos traen a la vista a personas actuales observadas con el ojo que las habría mirado hace casi doscientos años. Observar estos retratos y después ver en carne y hueso el rostro real de quienes los protagonizan ha sido una experiencia fascinante.

collectiudinoudinou.tumblr.com/

martes, 26 de abril de 2011

La fábula del puercoespín


Durante  la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.

Los puercoespines, dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera, se  abrigarían y protegerían entre sí. Pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, justamente los que ofrecían más calor. Por lo tanto, decidieron alejarse unos de otros; y empezaron a morir congelados.

Así que tuvieron que hacer una elección: o aceptaban las espinas de sus compañeros, o  desaparecían de   la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un ser muy cercano puede ocasionar, ya que lo más importante era el calor del otro.

De esa forma pudieron sobrevivir.


Moraleja :

La mejor relación no es aquella que une a individuos perfectos, sino aquella en que cada uno aprende a vivir con  los defectos de los demás ( e incluso , a admirar sus cualidades).

La industria Farmaceútica y su nueva maniobra de poder



Acuarela de Edith Holden

La Unión Europea aprobará un decreto, el próximo día 30 de abril (si es que  los ciudadanos concienciados no logramos impedirlo) que prohibirá el uso de plantas medicinales para tratar nuestra salud.
La directiva THMPD 2004/24/EC, o, lo que es lo mismo, la Traditional Herbal Medicinal Products Directive, impedirá que los ciudadanos tengamos acceso a remedios naturales de venta en herboristerías o prescritos por la Medicina Tradicional China (MTC); ya que prohíbe el uso de plantas utilizadas tradicionalmente como remedio para la salud, y cuya acción está libre de los efectos secundarios que causan los remedios farmaceúticos de laboratorio elaborados por la industria química.

Nuevamente nos encontramos ante una nueva maniobra de poder de la poderosa industria Farmaceútica, cuyos tentáculos parecen tan omnipotentes que alcanzan a manejar los hilos de la legislación europea y, lo que es peor, interferir de forma directa la capacidad de elección de los ciudadanos. Si ya es flagrante la falta de interés que existe por realizar campañas educativas en pro de los productos naturales; la noticia de que se quiera prohibir el uso de productos menos nocivos y que pueden resultar mucho más baratos, sin menguar su eficacia, que los que se nos presentan envasados en las farmacias, hace dudar de si el Sistema realmente busca nuestro bien o el beneficio económico de una industria que, junto con la armamentística, se está erigiendo como actriz y ejecutante de los destinos de muchos habitantes del mundo.

Afortunadamente existe la red, por ahora con una circulación libre de información que no estaría consentida en muchos medios informativos escritos en papel, y ya no digamos audiovisuales. A través de internet se está organizando un movimiento a gran escala para detener la Directiva -aunque sólo queden días para que se apruebe-, y recoger firmas que puedan ayudar a proteger la salud natural de las personas.
ANH (Alliance for Natural Health) intenta detener, con la colaboración de todos nosotros, que el THMPD salga adelante.
Desde este blog animo a contribuir.

jueves, 21 de abril de 2011

De los escribanos medievales a los tipógrafos del siglo XXI


(fotografías tomadas a manuscritos de David Quay. www.davidquaydesign.com/)
Fueron tomadas durante el curso ofrecido por Amanda Adams y Oriol Miró

http://sites.google.com/site/keith7amanda2/
http://www.urimiro.com/

www.milagrosdediseno.com/blog/taller-de-caligrafia-inglesa-ii-parte/

Dibujar letras es una experiencia que debiera probar todo humano. No me refiero al acto cotidiano de garabatear tipos manuscritos cuando hacemos la lista de la compra, tomamos apuntes, o anotamos un recado. Hablo de la conciencia del trazo.
Asuntos como la inclinación del elemento con el que se escribe, la elección de la tinta, del papel, de la herramienta (pluma, bolígrafo, pincel, rotulador), color... y, algo mucho más importante: la disposición del escribiente.
¿En qué estado de ánimo escribimos? ¿sereno, agitado, iracundo, triste, pletórico, motivado, obligado? ¿respiramos al compás de los trazos? ¿deslizamos la punta del plumín por el papel con un leve vuelo o apretamos como si nos fuese la vida en ello? ¿cómo es nuestra postura? ¿y la inclinación del papel? ¿es adecuada la iluminación? ¿hay algún sonido alrededor que nos inspire o que, por el contrario, nos perturbe? ¿necesitamos el silencio? ¿durante cuánto tiempo somos capaces de mantener la concentración para no variar ni el tamaño de las letras, ni el ductus, ni el orden de las mismas?.



Durante la Edad Media, los Monasterios y Abadías fueron refugio de la cultura y vivero de escribanos. En las inmediaciones del claustro del edificio, existía una sala, anexa a la biblioteca, con ventanales que daban al patio, a fin de permitir buenas entradas de luz. Junto a cada ventana, un pupitre donde se situaban los copistas, con sus herramientas de escritura: el cultellus (un instrumento que rascaba los pergaminos para pautar la escritura, o para borrar los errores), la pluma, el tintero; así como una baldosa de cerámica, calentada en el hogar, para templar dedos y manos cuando el frío del invierno agarrotaba las extremidades, ya que no se permitía tener velas encendidas en la estancia, a fin de evitar cualquier eventual peligro de incendio. No olvidemos que en esa época, cualquier bien escrito era un tesoro, y la escritura y la lectura, privilegio de muy pocos.
La caligrafía exigía un importante desgaste de la vista. Un número relativamente elevado de copistas y escribanos terminaban quedando ciegos, a honra de su profesión y de su espíritu, pues para ellos, esa condición significaba realmente haber llegado a transcender los asuntos terrenales y de los sentidos, y suponía un premio quedar elevado a la no necesidad de lo visible.


 

Si en la actualidad dudamos de la importancia de la escritura manuscrita, ahora que cada vez más los ordenadores y artilugios digitales nos invitan simplemente a escribir pulsando botones, párense ustedes a observar la tipografía de los transportes urbanos de sus ciudades, carteles de señalización en poblaciones y carreteras, etiquetas de productos (vinos, infusiones, azucarillos... algunas son verdaderas obras de arte);  y no tardarán en darse cuenta de que los actuales tipógrafos todavía trabajan a mano.
La importancia del trazo, y la observación de factores físicos y personales como los comentados al principio del post, son insustituíbles por una máquina. Una vez trazado el manuscrito, se escanea y se digitaliza, pero este es otro de los oficios que, afortunadamente, sigue demostrando que la mano y el espíritu del ser humano todavía no han podido ser suplantados por la máquina.




Mujeres y agua



(BlancaMo. Publicado en el número 5 de la revista de vanguardia y tendencias “Fifty Easy”  www.fiftyeasy.com



Ninguna leyenda nos habla de encuentros de sirenas con mujeres. Nunca las necesitaron. Las sirenas nacieron de las mentes de los hombres de mar ante la imposibilidad de prescindir de la mágica dualidad que toda mujer encierra dentro. Quizás porque la gigantesca masa de agua que asola la vida de los marineros en sus interminables viajes no es menos agua que la pócima de fluidos consagrados a la vida que toda mujer alberga en su vientre.
Las primeras sirenas que se conocen son las que Ulises y sus hombres encontraron en los mares de la travesía homérica. Desde entonces, su canto ha seguido siendo la salvación y la perdición de muchos navegantes.
La atracción del hombre por el mar, remota y atávica, representa la sed de transformación, de intercambio, de reconocimiento y de conquista. Agua que transporta hacia el paraíso, que purifica, que regenera; agua que también arrasa y aniquila...
Herederas de esta doble condición son las mujeres de los mares. Hermosas tejedoras de leyendas, han servido a los hombres de la mar para librarlos de la muerte o arrastrarlos hasta ella sin piedad; para hacer sus viajes dulces o convertirlos en atroz pesadilla de lucha contra los elementos.
Dualismo, polaridad y ambivalencia son, pues, los misterios esenciales de las sirenas: precisamente las cualidades que el psicoanálisis asignó a los fantasmas del individuo creados por el miedo. Miedo fetal y letal que las madres del mar aplacarán acunando los espíritus.

HÍBRIDOS

La misión de las sirenas es atraer al hombre al agua mediante su canto; arrastrarle hasta un medio irrespirable que acabará causándole la muerte.
Si algún navegante logra resistirse al impulso, será la sirena quien perezca, por mucho que algunas mitologías se hayan obstinado en proclamar su inmortalidad.
Ulises sobrevivió al encuentro atándose con cadenas al mástil de su nave. Su tripulación esquivó el peligro preservando su sentido del oído con cera de abeja. Pero las sirenas que acecharon esta epopeya no fueron las mujeres-pez que todos estamos imaginando, sino mujeres-ave.
Durante el período clásico, la forma que adoptaron en todos los relatos es la de pájaro con cabeza femenina, con grandes alas y, a menudo, afiladas garras que en ocasiones eran zarpas de león. La transformación en pez se produciría unos cuantos siglos más tarde; aunque la condición de híbridos siempre les acompañaría.
En cualquier caso, su condición femenina les ha otorgado desde siempre la naturaleza poderosa de la maternidad: el poder creador y de regeneración de la condición eterna femenina que ya fue subrayado por Platón y Aristóteles.
La mujer y el agua cumplirán así un oscuro papel en el inconsciente masculino. Serán el símbolo de la vida, de la transformación y del nacimiento; necesarios para la conservación de la especie. Y, por otro lado, personificarán los innegables peligros del mar (metafóricamente, los propios peligros de la feminidad).

MUERTE

En las tumbas egipcias aparecen dibujos que atestiguan que la misión de los seres alados es la de transportar las almas de los difuntos.
Desde tiempos de los griegos, las sirenas asumen esta función de mediadoras entre la vida y la muerte. En narraciones literarias y representaciones plásticas, se ciernen con las alas desplegadas sobre los mares para transportar las almas de los navegantes hasta la morada eterna.
A partir de este concepto, durante todos los siglos pre-cristianos, son el símbolo femenino por antonomasia que decorará los frontis de las sepulturas, representándose como plañideras o como aves cantoras que acunan con sus notas el oscuro tránsito de las ánimas.
La ambigüedad sugerida por la figura de la sirena se jacta de nuevo del ideal de cualquier marinero: yo, mujer piadosa, dulce mitigadora del dolor por la muerte, soy la misma que te inducirá a tu perdición y a tu final mediante mi canto.
Y el navegante, mientras siga escuchando sus melodías, sentirá el arrebato de arrojarse a las aguas, a lo desconocido, a la propia oscuridad del vientre materno donde se oculta el enigma de la creación que, a la vez, está sirviendo para destruirle.

METAMORFOSIS

De cómo las aves con cabeza de mujer pasaron a ser torsos femeninos con cola de pescado, existen diferentes versiones.
Cuenta la tradición que las sirenas-aves fueron castigadas por las Musas por haber querido competir con ellas en su canto. Les arrancaron las plumas de sus alas para humillarlas, y a partir de entonces se convirtieron en anfibios para sobrevivir en el mar.
En el Liber Monstrorum, un manuscrito anglosajón del siglo VIII, donde se encuentra la primera descripción de las sirenas tal y como las conocemos en la actualidad: según este documento, fueron encontradas en el fondo de los océanos por Alejandro Magno cuando buceaba en busca del Agua de la Vida Eterna.
La apropiación de los símbolos clásicos efectuada por el cristianismo para adaptarlos a su iconografía, así como las corrientes misóginas de esta doctrina derivadas, acabaron definitivamente con las sirenas como aves. A partir de la instauración de la nueva religión, la figura de la sirena sufre un profundo descrédito y pasa a ser la encarnación del mal y de la tentación diabólica; el ente que, alejado ya de toda espiritualidad, solamente es capaz de incitar a los placeres carnales.
Sus funciones de portadoras de las almas, de hacedoras de música, su forma alada y carente de genitalidad pasarán a ser heredadas por la figura de los ángeles cristianos, que incluso las sustituirán físicamente en la decoración de los sepulcros, convirtiéndose así en los señores de los panteones que todavía perviven en la actualidad.
La mujer-pez tendrá a partir de ahora una leyenda negra sobre sus hombros: no sólo serán elementos de perdición a través del sexo, sino también portadoras de muerte eterna.

SEXO

Despojadas por los ángeles de sus atributos espirituales, el ideal de sirena se fortalece en un intenso componente carnal unido al sexo y al erotismo.
Si la fuerza masculina es energía de producción, la única e irresistible fuerza femenina será aquella más sutil pero no menos poderosa de la seducción. La seducción, más vigorosa que la sexualidad, trata de inmolar el deseo del otro.
Este juego de apuesta y de muerte arrastrará al navegante hasta el territorio líquido, húmedo y lascivo del fondo de los mares. Le sumergirá en la caverna del abandono al placer idealizado que acabará atrapándole en un círculo imposible.
El círculo del poder de la fecundidad, imán irresistible para el héroe que añora el cobijo en las tinieblas cálidas del vientre maternal.
Las hermosas sirenas, tentación de cintura hacia arriba en la representación de un sublime ideal de hermosura y procacidad, jugarán perversamente una vez más a la ambivalencia, porque de cintura hacia abajo están despojadas de vagina.
Será esta contradicción la mejor muestra del impenetrable femenino, del insondable misterio que toda mujer sigue siendo para el hombre a través de los tiempos. Objeto a la vez de seducción y angustia.

MÚSICA, ESPEJOS Y PEINES

A partir del Renacimiento, las representaciones gráficas de las sirenas irán afianzándolas en sus símbolos característicos y enriqueciéndolas con otros. Así, las mujeres-pez pasarán a ser frecuentemente dibujadas no sólo con arpas, laúdes y cítaras, sino también con un espejo en el que se miran a sí mismas; y a menudo utilizando un peine para arreglar su abundante cabellera.
Si los atributos musicales han sido, junto con la condición híbrida, los únicos rasgos que han pervivido en las sirenas desde su nacimiento para hacer de ellos un uso benéfico o maléfico, las mismas interpretaciones positivas y negativas derivarán del uso del peine y el espejo.
El espejo que portan las sirenas es de bronce, redondo, con un mango acabado en cruz; el mismo símbolo gráfico del planeta Venus utilizado también en genética para designar lo femenino.
Reafirma de este modo las cualidades primigenias de estos fantásticos seres. Mirándose en el espejo, las sirenas perseguirán sabiamente el conocimiento a través de la observación. Persiguen un encuentro consigo mismas, encuentro al que no se atreve apenas ningún humano, porque la realidad del espejo muestra fielmente lo que en él se refleja, despojado de halagos.
Sin embargo, esta función del espejo será malversada en otras interpretaciones, que aseguran que sólo es utilizado para deslumbrar a los hombres, y hacen hincapié en la falsedad de una imagen “reflejada”, que siempre es virtual y nunca real.
En cuanto al peine, servirá también como instrumento de seducción que ordene la sedosa cabellera. Cabellos que fluctúan y se derraman en cascada como la propia agua.
El vocablo “peine”, designado en latín “pectem”, significa “pubis”. Se pasa el peine para dominar la fiereza de los cabellos. Se ofrece el pubis para dominar la sensualidad animal del marinero que añora una mujer desde hace meses.
El símbolo se torna carne. La parte de connotación animal esgrimida por los críticos pugna por imponerse en una simbología que, mirada desde otro punto de vista, tendría cualidades cuasi-místicas.

LAS SIRENAS DEL SIGLO XXI

A lo largo de los tiempos, las sirenas han cruzado los mares de la literatura y la mitología, enmarañadas en hermosas aventuras o en cuentos terribles. Quizás gracias a  su cualidad de inmortales han logrado llegar a salvo hasta la costa de nuestra civilización, mar cibernético de hostil caldo de cultivo para la supervivencia de cualquier leyenda con algún aroma de romanticismo o malditismo.
Pero, sabias, no han querido relegarse a los cuentos para niños, y han saltado al asfalto. En el momento más insospechado, una sirena rompe el silencio de la noche en el corazón urbano. Es la bestia que grita. Una ambulancia, un coche de policía o de bomberos se deslizan rápido, desafiando a los semáforos, como fantasmas. Probablemente, una cuestión de vida o muerte. El monstruo legendario aúlla como un animal enjaulado. Ahora su prisión es la tecnología.
Este es el único canto de sirena que nos queda en la era de la postmodernidad, el último clamor impúdico capaz de situarnos frente a frente al abismo del miedo.

AGUA

Un ser humano asomado a la baranda de un navío. Una vorágine de nostalgia y de angustia atropella su corazón ante el azul espeso. Agua de mermelada. La visión representa a la madre prenatal, en cuyo seno de acolchada gelatina hemos dormido antes de emerger al aire y a la tierra.
El ser asomado al océano piensa en arrojarse. Sabe que ahogándose dormirá para siempre... busca quizás el estado letal posterior a la muerte como intuyendo en él la dulce letargia de la vida fetal anterior al nacimiento.
Somos seres de agua. Comenzamos a palpitar inmersos en la cueva mágica del líquido amniótico. La madre nos arroja al mundo y reaccionamos derramando lágrimas. Tres quintas partes del mundo en el que viviremos nuestra existencia están formadas por agua; y agua es el 85% de nuestro cuerpo.
No hay vida sin agua, como no habría vida sin mujer. La dualidad benéfica y destructora de la propia naturaleza del agua es la fuerza espiritual que recogen las sirenas en su significado. Mujer y agua. El canto de la sirena vive hoy en la parte más oscura de cualquier individuo. Ese mágico deseo de transformación que nos impulsa a navegar en un viaje a través de nosotros mismos en busca de cambio... aunque muchas veces ignoremos hacia dónde vamos.