jueves, 28 de abril de 2011

Ana María Matute , premio Cervantes 2011: inclinados ante la Reina Hada




Como una niña grande –grande; como un ser radiante de blanco se mostró -una vez más y como ella suele- Ana María Matute al pronunciar su discurso de agradecimiento por haber recibido, por fin, el Premio Cervantes, uno de los principales premios literarios de las letras hispanas, que avalan la trayectoria de toda una vida.

La mujer que es hoy reina de las letras españolas, y un hada toda de luz, dio las gracias no sólo por el premio, sino, sobre todo, por toda la felicidad que en el fondo le ha procurado una sacrificada vida de entrega a las letras.

Desde estas líneas me propongo aprovechar la ocasión de este felicísimo acontecimiento, y, como lectora empedernida de la obra de Matute, expresar también un sincero agradecimiento por tantos buenos momentos como me ha procurado su lectura a lo largo de todo el tiempo que he invertido con entusiasmo en degustar su prosa exquisita.

Ana María es una de los pocos artistas literarios que sabe pintar con las palabras. Sumergirse en su lectura es entrar, por momentos, en cuadros diferentes llenos de colores y paisajes, con aromas de bosque, de flores, de ropa recién lavada. Leer a Ana María es también encontrar consuelo, saber de dónde viene y a dónde va el sentimiento de la soledad, del desarraigo, de los eternos porqués que nacen en las almas de los niños. Cada personaje de las obras de Matute es un poco alguna parte de nosotros mismos, lectores. Y, contándonos como nos cuenta las vidas de todos ellos, pasamos por situaciones catárticas envueltas en una sutil belleza plástica, acompañada de la sencillez de la palabra. Escribir sencillo es lo más difícil del mundo. Y expresar con sencillez, belleza y sensibilidad la complicación que encierra la condición humana, una tarea destinada sólo a unos pocos genios. Tras repasar las páginas de cualquier libro de Matute, uno no tarda en darse cuenta de que cada palabra está escogída, y es ésa, única y bienhallada, que sólo la Matute (como ella gusta llamarse a sí misma) podría haber colocado justo en aquel párrafo y en aquella línea.

A sus 85 años, y llena de humildad y sabiduría, Ana María recibió el galardón que seguramente llevaba mucho tiempo esperando. Durante los últimos años, Matute ha sido la eterna candidata; y sus seguidores acabábamos, cada año, un poco decepcionados, cuando pasaba de largo la oportunidad.

Matute pronunció, como suele, uno de sus memorables discursos (también siempre sencillos, pero profundamente cuajado de sensibilidad e inteligencia). Dejó sin pestañear a los presentes mientras explicaba que no hay mayor veracidad que la que contiene una historia inventada, hablaba de lo que sintieron los niños de la postguerra española, que hubieron de vivir una realidad que superaba cualquier ficción (“la generación de los niños asombrados”); y de cómo nació su vocación por la literatura, al contemplar una chispa de luz azul que se desprendió un día de un terrón de azúcar en sus manos. Mencionó a Gorogó, el muñeco que acompañó los tiempos de su infancia y que inspiró un tierno personaje de alguna de sus obras; un personaje –Gorogó- que la acompaña cada día y cada noche, en el recuerdo, como tenemos todos la suerte de vivir acompañados para siempre, si así lo decreta nuestra imaginación, por aquellas cosas que más hemos amado.

No se olvidó de elogiar el “érase una vez”, o lo que es lo mismo, la costumbre de leer desde bien niña, así como la sombra que dejó en ella la obra del Quijote –la muerte de Alonso Quijano en las páginas arrancó las lágrimas de aquella adolescente de 14 años-.

Sería imposible poner palabras a todas las emociones que despertó en mí Ana María Matute, desde que la conocí a través de una entrevista, y que he vivido intensamente de la mano de todos sus cuentos y novelas. Sólo me queda inclinarme ante la clarísima y humilde majestad de este ser genial, que ha marcado la vida interior de muchos lectores. Ella, como Gorogó, vivirá conmigo para siempre.

Felicidades por el premio, Ana María. Y por muchos años.

miércoles, 27 de abril de 2011

Colodión húmedo


Fotografía  al colodión tomada en el submarino de

En 1851, Gustave Le Gray ideó un procedimiento para emulsionar placas fotográficas, utilizando colodión húmedo  y, como revelador, sulfato de protóxido de hierro.

El colodión es una especie de barniz que se vierte húmedo en  placas fotográficas, que pueden ser de cristal o metal. La superficie se sensibiliza utilizando nitrato de plata. Emulsionada ésta, se dispara la foto que, una vez revelada, habrá de ser fijada con cianuro. Y, como ingrediente de fijado final, una resina cupresácea, la sandáraca (que dota a la imagen de mayor durabilidad).

A toda esta lista de productos químicos extraños y difíciles de conseguir (intenten, si no, ir a comprar cianuro...) hay que añadir la dificultad de un proceso que debe trabajarse en húmedo, es decir, la placa no puede secarse durante todo el proceso de toma y revelado de las imágenes. De ahí que los fotógrafos de mediados del siglo XIX llevasen el laboratorio a cuestas, para proceder a revelar las placas inmediatamente.

El colodión, que había sucedido a otros procesos fotográficos decimonónicos como el daguerrotipo y el calotipo, fue finalmente sustituído por las placas secas de gelatino-bromuro, en la década de 1880.

Desde entonces a nuestros días, la Fotografía ha pasado por una evolución vertiginosa, hasta llegar a la actual fotografía digital, en la que ni siquiera es necesario un laboratorio ni proceso químico alguno. Los resultados con la manipulación de imágenes en Photoshop son espectaculares; pero todavía quedamos algunos románticos que seguimos creyendo que el encanto de los procesos antiguos es insustituíble.

O que vemos una magia y una poesía en los resultados y en esa parte matérica del proceso que no hemos logrado detectar en las fotografías digitales. Y no digo que no sean, también, muy hermosas.

El Colectivo Dinou-dinou está formado por un grupo de fotógrafos que se han reunido en un taller de Barcelona, bautizado por ellos como "El Submarino" para recuperar este proceso. Tras varias semanas de investigación y pruebas, han obtenido curiosos y sorprendentes resultados. Las imágenes, disparadas con una cámara de placas el mes pasado, nos traen a la vista a personas actuales observadas con el ojo que las habría mirado hace casi doscientos años. Observar estos retratos y después ver en carne y hueso el rostro real de quienes los protagonizan ha sido una experiencia fascinante.

collectiudinoudinou.tumblr.com/

martes, 26 de abril de 2011

La fábula del puercoespín


Durante  la Edad de Hielo, muchos animales murieron a causa del frío.

Los puercoespines, dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera, se  abrigarían y protegerían entre sí. Pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, justamente los que ofrecían más calor. Por lo tanto, decidieron alejarse unos de otros; y empezaron a morir congelados.

Así que tuvieron que hacer una elección: o aceptaban las espinas de sus compañeros, o  desaparecían de   la Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un ser muy cercano puede ocasionar, ya que lo más importante era el calor del otro.

De esa forma pudieron sobrevivir.


Moraleja :

La mejor relación no es aquella que une a individuos perfectos, sino aquella en que cada uno aprende a vivir con  los defectos de los demás ( e incluso , a admirar sus cualidades).

La industria Farmaceútica y su nueva maniobra de poder



Acuarela de Edith Holden

La Unión Europea aprobará un decreto, el próximo día 30 de abril (si es que  los ciudadanos concienciados no logramos impedirlo) que prohibirá el uso de plantas medicinales para tratar nuestra salud.
La directiva THMPD 2004/24/EC, o, lo que es lo mismo, la Traditional Herbal Medicinal Products Directive, impedirá que los ciudadanos tengamos acceso a remedios naturales de venta en herboristerías o prescritos por la Medicina Tradicional China (MTC); ya que prohíbe el uso de plantas utilizadas tradicionalmente como remedio para la salud, y cuya acción está libre de los efectos secundarios que causan los remedios farmaceúticos de laboratorio elaborados por la industria química.

Nuevamente nos encontramos ante una nueva maniobra de poder de la poderosa industria Farmaceútica, cuyos tentáculos parecen tan omnipotentes que alcanzan a manejar los hilos de la legislación europea y, lo que es peor, interferir de forma directa la capacidad de elección de los ciudadanos. Si ya es flagrante la falta de interés que existe por realizar campañas educativas en pro de los productos naturales; la noticia de que se quiera prohibir el uso de productos menos nocivos y que pueden resultar mucho más baratos, sin menguar su eficacia, que los que se nos presentan envasados en las farmacias, hace dudar de si el Sistema realmente busca nuestro bien o el beneficio económico de una industria que, junto con la armamentística, se está erigiendo como actriz y ejecutante de los destinos de muchos habitantes del mundo.

Afortunadamente existe la red, por ahora con una circulación libre de información que no estaría consentida en muchos medios informativos escritos en papel, y ya no digamos audiovisuales. A través de internet se está organizando un movimiento a gran escala para detener la Directiva -aunque sólo queden días para que se apruebe-, y recoger firmas que puedan ayudar a proteger la salud natural de las personas.
ANH (Alliance for Natural Health) intenta detener, con la colaboración de todos nosotros, que el THMPD salga adelante.
Desde este blog animo a contribuir.

jueves, 21 de abril de 2011

De los escribanos medievales a los tipógrafos del siglo XXI


(fotografías tomadas a manuscritos de David Quay. www.davidquaydesign.com/)
Fueron tomadas durante el curso ofrecido por Amanda Adams y Oriol Miró

http://sites.google.com/site/keith7amanda2/
http://www.urimiro.com/

www.milagrosdediseno.com/blog/taller-de-caligrafia-inglesa-ii-parte/

Dibujar letras es una experiencia que debiera probar todo humano. No me refiero al acto cotidiano de garabatear tipos manuscritos cuando hacemos la lista de la compra, tomamos apuntes, o anotamos un recado. Hablo de la conciencia del trazo.
Asuntos como la inclinación del elemento con el que se escribe, la elección de la tinta, del papel, de la herramienta (pluma, bolígrafo, pincel, rotulador), color... y, algo mucho más importante: la disposición del escribiente.
¿En qué estado de ánimo escribimos? ¿sereno, agitado, iracundo, triste, pletórico, motivado, obligado? ¿respiramos al compás de los trazos? ¿deslizamos la punta del plumín por el papel con un leve vuelo o apretamos como si nos fuese la vida en ello? ¿cómo es nuestra postura? ¿y la inclinación del papel? ¿es adecuada la iluminación? ¿hay algún sonido alrededor que nos inspire o que, por el contrario, nos perturbe? ¿necesitamos el silencio? ¿durante cuánto tiempo somos capaces de mantener la concentración para no variar ni el tamaño de las letras, ni el ductus, ni el orden de las mismas?.



Durante la Edad Media, los Monasterios y Abadías fueron refugio de la cultura y vivero de escribanos. En las inmediaciones del claustro del edificio, existía una sala, anexa a la biblioteca, con ventanales que daban al patio, a fin de permitir buenas entradas de luz. Junto a cada ventana, un pupitre donde se situaban los copistas, con sus herramientas de escritura: el cultellus (un instrumento que rascaba los pergaminos para pautar la escritura, o para borrar los errores), la pluma, el tintero; así como una baldosa de cerámica, calentada en el hogar, para templar dedos y manos cuando el frío del invierno agarrotaba las extremidades, ya que no se permitía tener velas encendidas en la estancia, a fin de evitar cualquier eventual peligro de incendio. No olvidemos que en esa época, cualquier bien escrito era un tesoro, y la escritura y la lectura, privilegio de muy pocos.
La caligrafía exigía un importante desgaste de la vista. Un número relativamente elevado de copistas y escribanos terminaban quedando ciegos, a honra de su profesión y de su espíritu, pues para ellos, esa condición significaba realmente haber llegado a transcender los asuntos terrenales y de los sentidos, y suponía un premio quedar elevado a la no necesidad de lo visible.


 

Si en la actualidad dudamos de la importancia de la escritura manuscrita, ahora que cada vez más los ordenadores y artilugios digitales nos invitan simplemente a escribir pulsando botones, párense ustedes a observar la tipografía de los transportes urbanos de sus ciudades, carteles de señalización en poblaciones y carreteras, etiquetas de productos (vinos, infusiones, azucarillos... algunas son verdaderas obras de arte);  y no tardarán en darse cuenta de que los actuales tipógrafos todavía trabajan a mano.
La importancia del trazo, y la observación de factores físicos y personales como los comentados al principio del post, son insustituíbles por una máquina. Una vez trazado el manuscrito, se escanea y se digitaliza, pero este es otro de los oficios que, afortunadamente, sigue demostrando que la mano y el espíritu del ser humano todavía no han podido ser suplantados por la máquina.




Mujeres y agua



(BlancaMo. Publicado en el número 5 de la revista de vanguardia y tendencias “Fifty Easy”  www.fiftyeasy.com



Ninguna leyenda nos habla de encuentros de sirenas con mujeres. Nunca las necesitaron. Las sirenas nacieron de las mentes de los hombres de mar ante la imposibilidad de prescindir de la mágica dualidad que toda mujer encierra dentro. Quizás porque la gigantesca masa de agua que asola la vida de los marineros en sus interminables viajes no es menos agua que la pócima de fluidos consagrados a la vida que toda mujer alberga en su vientre.
Las primeras sirenas que se conocen son las que Ulises y sus hombres encontraron en los mares de la travesía homérica. Desde entonces, su canto ha seguido siendo la salvación y la perdición de muchos navegantes.
La atracción del hombre por el mar, remota y atávica, representa la sed de transformación, de intercambio, de reconocimiento y de conquista. Agua que transporta hacia el paraíso, que purifica, que regenera; agua que también arrasa y aniquila...
Herederas de esta doble condición son las mujeres de los mares. Hermosas tejedoras de leyendas, han servido a los hombres de la mar para librarlos de la muerte o arrastrarlos hasta ella sin piedad; para hacer sus viajes dulces o convertirlos en atroz pesadilla de lucha contra los elementos.
Dualismo, polaridad y ambivalencia son, pues, los misterios esenciales de las sirenas: precisamente las cualidades que el psicoanálisis asignó a los fantasmas del individuo creados por el miedo. Miedo fetal y letal que las madres del mar aplacarán acunando los espíritus.

HÍBRIDOS

La misión de las sirenas es atraer al hombre al agua mediante su canto; arrastrarle hasta un medio irrespirable que acabará causándole la muerte.
Si algún navegante logra resistirse al impulso, será la sirena quien perezca, por mucho que algunas mitologías se hayan obstinado en proclamar su inmortalidad.
Ulises sobrevivió al encuentro atándose con cadenas al mástil de su nave. Su tripulación esquivó el peligro preservando su sentido del oído con cera de abeja. Pero las sirenas que acecharon esta epopeya no fueron las mujeres-pez que todos estamos imaginando, sino mujeres-ave.
Durante el período clásico, la forma que adoptaron en todos los relatos es la de pájaro con cabeza femenina, con grandes alas y, a menudo, afiladas garras que en ocasiones eran zarpas de león. La transformación en pez se produciría unos cuantos siglos más tarde; aunque la condición de híbridos siempre les acompañaría.
En cualquier caso, su condición femenina les ha otorgado desde siempre la naturaleza poderosa de la maternidad: el poder creador y de regeneración de la condición eterna femenina que ya fue subrayado por Platón y Aristóteles.
La mujer y el agua cumplirán así un oscuro papel en el inconsciente masculino. Serán el símbolo de la vida, de la transformación y del nacimiento; necesarios para la conservación de la especie. Y, por otro lado, personificarán los innegables peligros del mar (metafóricamente, los propios peligros de la feminidad).

MUERTE

En las tumbas egipcias aparecen dibujos que atestiguan que la misión de los seres alados es la de transportar las almas de los difuntos.
Desde tiempos de los griegos, las sirenas asumen esta función de mediadoras entre la vida y la muerte. En narraciones literarias y representaciones plásticas, se ciernen con las alas desplegadas sobre los mares para transportar las almas de los navegantes hasta la morada eterna.
A partir de este concepto, durante todos los siglos pre-cristianos, son el símbolo femenino por antonomasia que decorará los frontis de las sepulturas, representándose como plañideras o como aves cantoras que acunan con sus notas el oscuro tránsito de las ánimas.
La ambigüedad sugerida por la figura de la sirena se jacta de nuevo del ideal de cualquier marinero: yo, mujer piadosa, dulce mitigadora del dolor por la muerte, soy la misma que te inducirá a tu perdición y a tu final mediante mi canto.
Y el navegante, mientras siga escuchando sus melodías, sentirá el arrebato de arrojarse a las aguas, a lo desconocido, a la propia oscuridad del vientre materno donde se oculta el enigma de la creación que, a la vez, está sirviendo para destruirle.

METAMORFOSIS

De cómo las aves con cabeza de mujer pasaron a ser torsos femeninos con cola de pescado, existen diferentes versiones.
Cuenta la tradición que las sirenas-aves fueron castigadas por las Musas por haber querido competir con ellas en su canto. Les arrancaron las plumas de sus alas para humillarlas, y a partir de entonces se convirtieron en anfibios para sobrevivir en el mar.
En el Liber Monstrorum, un manuscrito anglosajón del siglo VIII, donde se encuentra la primera descripción de las sirenas tal y como las conocemos en la actualidad: según este documento, fueron encontradas en el fondo de los océanos por Alejandro Magno cuando buceaba en busca del Agua de la Vida Eterna.
La apropiación de los símbolos clásicos efectuada por el cristianismo para adaptarlos a su iconografía, así como las corrientes misóginas de esta doctrina derivadas, acabaron definitivamente con las sirenas como aves. A partir de la instauración de la nueva religión, la figura de la sirena sufre un profundo descrédito y pasa a ser la encarnación del mal y de la tentación diabólica; el ente que, alejado ya de toda espiritualidad, solamente es capaz de incitar a los placeres carnales.
Sus funciones de portadoras de las almas, de hacedoras de música, su forma alada y carente de genitalidad pasarán a ser heredadas por la figura de los ángeles cristianos, que incluso las sustituirán físicamente en la decoración de los sepulcros, convirtiéndose así en los señores de los panteones que todavía perviven en la actualidad.
La mujer-pez tendrá a partir de ahora una leyenda negra sobre sus hombros: no sólo serán elementos de perdición a través del sexo, sino también portadoras de muerte eterna.

SEXO

Despojadas por los ángeles de sus atributos espirituales, el ideal de sirena se fortalece en un intenso componente carnal unido al sexo y al erotismo.
Si la fuerza masculina es energía de producción, la única e irresistible fuerza femenina será aquella más sutil pero no menos poderosa de la seducción. La seducción, más vigorosa que la sexualidad, trata de inmolar el deseo del otro.
Este juego de apuesta y de muerte arrastrará al navegante hasta el territorio líquido, húmedo y lascivo del fondo de los mares. Le sumergirá en la caverna del abandono al placer idealizado que acabará atrapándole en un círculo imposible.
El círculo del poder de la fecundidad, imán irresistible para el héroe que añora el cobijo en las tinieblas cálidas del vientre maternal.
Las hermosas sirenas, tentación de cintura hacia arriba en la representación de un sublime ideal de hermosura y procacidad, jugarán perversamente una vez más a la ambivalencia, porque de cintura hacia abajo están despojadas de vagina.
Será esta contradicción la mejor muestra del impenetrable femenino, del insondable misterio que toda mujer sigue siendo para el hombre a través de los tiempos. Objeto a la vez de seducción y angustia.

MÚSICA, ESPEJOS Y PEINES

A partir del Renacimiento, las representaciones gráficas de las sirenas irán afianzándolas en sus símbolos característicos y enriqueciéndolas con otros. Así, las mujeres-pez pasarán a ser frecuentemente dibujadas no sólo con arpas, laúdes y cítaras, sino también con un espejo en el que se miran a sí mismas; y a menudo utilizando un peine para arreglar su abundante cabellera.
Si los atributos musicales han sido, junto con la condición híbrida, los únicos rasgos que han pervivido en las sirenas desde su nacimiento para hacer de ellos un uso benéfico o maléfico, las mismas interpretaciones positivas y negativas derivarán del uso del peine y el espejo.
El espejo que portan las sirenas es de bronce, redondo, con un mango acabado en cruz; el mismo símbolo gráfico del planeta Venus utilizado también en genética para designar lo femenino.
Reafirma de este modo las cualidades primigenias de estos fantásticos seres. Mirándose en el espejo, las sirenas perseguirán sabiamente el conocimiento a través de la observación. Persiguen un encuentro consigo mismas, encuentro al que no se atreve apenas ningún humano, porque la realidad del espejo muestra fielmente lo que en él se refleja, despojado de halagos.
Sin embargo, esta función del espejo será malversada en otras interpretaciones, que aseguran que sólo es utilizado para deslumbrar a los hombres, y hacen hincapié en la falsedad de una imagen “reflejada”, que siempre es virtual y nunca real.
En cuanto al peine, servirá también como instrumento de seducción que ordene la sedosa cabellera. Cabellos que fluctúan y se derraman en cascada como la propia agua.
El vocablo “peine”, designado en latín “pectem”, significa “pubis”. Se pasa el peine para dominar la fiereza de los cabellos. Se ofrece el pubis para dominar la sensualidad animal del marinero que añora una mujer desde hace meses.
El símbolo se torna carne. La parte de connotación animal esgrimida por los críticos pugna por imponerse en una simbología que, mirada desde otro punto de vista, tendría cualidades cuasi-místicas.

LAS SIRENAS DEL SIGLO XXI

A lo largo de los tiempos, las sirenas han cruzado los mares de la literatura y la mitología, enmarañadas en hermosas aventuras o en cuentos terribles. Quizás gracias a  su cualidad de inmortales han logrado llegar a salvo hasta la costa de nuestra civilización, mar cibernético de hostil caldo de cultivo para la supervivencia de cualquier leyenda con algún aroma de romanticismo o malditismo.
Pero, sabias, no han querido relegarse a los cuentos para niños, y han saltado al asfalto. En el momento más insospechado, una sirena rompe el silencio de la noche en el corazón urbano. Es la bestia que grita. Una ambulancia, un coche de policía o de bomberos se deslizan rápido, desafiando a los semáforos, como fantasmas. Probablemente, una cuestión de vida o muerte. El monstruo legendario aúlla como un animal enjaulado. Ahora su prisión es la tecnología.
Este es el único canto de sirena que nos queda en la era de la postmodernidad, el último clamor impúdico capaz de situarnos frente a frente al abismo del miedo.

AGUA

Un ser humano asomado a la baranda de un navío. Una vorágine de nostalgia y de angustia atropella su corazón ante el azul espeso. Agua de mermelada. La visión representa a la madre prenatal, en cuyo seno de acolchada gelatina hemos dormido antes de emerger al aire y a la tierra.
El ser asomado al océano piensa en arrojarse. Sabe que ahogándose dormirá para siempre... busca quizás el estado letal posterior a la muerte como intuyendo en él la dulce letargia de la vida fetal anterior al nacimiento.
Somos seres de agua. Comenzamos a palpitar inmersos en la cueva mágica del líquido amniótico. La madre nos arroja al mundo y reaccionamos derramando lágrimas. Tres quintas partes del mundo en el que viviremos nuestra existencia están formadas por agua; y agua es el 85% de nuestro cuerpo.
No hay vida sin agua, como no habría vida sin mujer. La dualidad benéfica y destructora de la propia naturaleza del agua es la fuerza espiritual que recogen las sirenas en su significado. Mujer y agua. El canto de la sirena vive hoy en la parte más oscura de cualquier individuo. Ese mágico deseo de transformación que nos impulsa a navegar en un viaje a través de nosotros mismos en busca de cambio... aunque muchas veces ignoremos hacia dónde vamos.

domingo, 17 de abril de 2011

Pájaro en mano


Esta es la historia (real) de un pájaro acostumbrado a los humanos. Y de unos humanos (reales) acostumbrados a hacer con los animales lo que haría el propietario de cualquier objeto.
La mañana primaveral invita a hacer un descanso al aire libre, un café entre compañeros; media hora de charla antes de volver al trabajo, entre cafés, bocadillos, y terroncitos de azúcar en el platillo de la taza. El pájaro, que probablemente se escapó de alguna jaula, y está habituado a la presencia humana, no duda en acercarse, y posarse, de mesa en mesa, y hacerse el simpático, -vuelecito aquí, vuelecito allá; picoteo una miguita, pruebo las manzanas, mmm qué ricó el azúcar…-
El pequeño es gracioso y conquista la atención de los presentes. Tiene plumas color marrón atigrado, y algunos mechones amarillo canario. De hecho, parece un canario grandote, ve a saber qué especie será; por supuesto nadie de los presentes sabe demasiado acerca de pájaros, pero se divierten jugando a provocar al avecilla con trocitos de galleta o de fruta.
Por aquellas cosas de la vida de que una va siendo mayor y poco a poco conoce más de la condición humana, mentalmente juego a la apuesta: ¿cuánto tardará en querer atraparlo alguno de los presentes, y cuántos le secundarán?
Nos han educado desde niños para tener impunidad cuando pisamos arañas, atrapamos insectos para que mueran asfixiados e inanes en algún frasco de cristal, días después, en casa. Otras veces, nos traen algún infortunado pájaro atado a un hilo para que tiremos cuando intente volar, o simplemente salimos con los amiguitos a destrozar nidos, o nos meamos alrededor de un hormiguero. Algunos adultos aplauden estas gracias, en lugar de mostrar a sus hijos el misterio de la vida y de los ciclos naturales que se manifiesta aun en las criaturas más menudas. Nadie enseña a apreciar el pequeño milagro, ni el despliegue de belleza, aun en los bichos más feos, que supone la observación de su perfecta maquinaria y el modo en que se manifiesta ante el mundo.
En lugar de detenernos a admirar la grandeza del vuelo en libertad, preferimos achicar a una criatura a que sufra entre rejas, mientras sea nuestra. En lugar de prolongar el placer de la observación de un pájaro manso, no tarda en aparecer algún congénere humano que desea echarle la zarpa encima, o atraparlo tirando un trapo desde lo alto… y lo peor es la cantidad de compañeros que le secundan.
Suerte que en el reino animal, además de la gracia, la belleza y el donaire, existe la astucia y la capacidad de desplegar recursos para escapar de los depredadores; sobre todo, si son menos listos.

sábado, 16 de abril de 2011

Louise Bourgeois: Metamorphosis


"La tela de araña que antes la había aprisionado se había transformado...
Ya no era una trampa, era un camino.
Se sentía radiante.
Lo celebró con sus amigos".





De las Muy Ricas Horas del Duque de Berry a la BlackBerry: perdemos Belleza por el camino.


En el siglo XV no existía la tecnología. La información, la cultura y el entretenimiento, eran sólo privilegio de algunos nobles, que, en su cuidado por el cultivo intelectual o por hacer ostentación de su riqueza, encargaban libros “a medida”.
Uno de los más famosos, “Las muy Ricas Horas del Duque de Berry” (conservado actualmente en el Museo Condé, de Chatilly) fue encargado por el Duque Jean de Berry a los hermanos Limbourg, en torno a 1410.
Los hermanos Limbourg, notables artistas de la miniatura -dentro del estilo Gótico Internacional, originario de Flandes- crearon una agenda de lujo para el duque Jean.
En sus páginas podemos contemplar el paso de los meses y las estaciones a través de una refinada descripción de imágenes bellas. Imagino al caballero Jean, recreando su vista en el paso de las páginas, haciéndose acompañar en todo momento de su libro de bolsillo.
Diremos seguramente que seis siglos después, hemos avanzado en cultura. Afortunadamente, la alfabetización ha quedado al alcance de las masas. Otra cosa es la calidad educativa que se ofrece en la Enseñanza, pero esto es asunto de otro/s post/s.
Pero, sobre todo, indudablemente, entre los siglos XX y el XXI, se ha producido un gran salto en la tecnología, con la aparición de sofisticados dispositivos que, como el duque de Berry en el siglo XV, podemos llevar en cualquier bolsillo de nuestras vestiduras.
Lo que pongo en duda es si hemos avanzado en el concepto estético, en el gusto por el refinamiento, en el cuidado por rodearnos de objetos hermosos, de valorar la Belleza como parte importante de la vida cotidiana, como necesidad vital. Sinceramente, me resulta difícil encontrar algo de hermosura en estos fríos aparatos tecnológicos; condenados, por otra parte, a una rápida caducidad –de hecho, están concebidos para eso-.
Observo a mis congéneres humanos consultar sus dispositivos futuristas (como la BlackBerry, el Ipad, y algunos otros) en todo lugar, encantados con ellos. Entre tanto, yo me resisto a desprenderme de mi agenda de papel, y a dejar de gozar del placer de trazar garabatos y caligrafías en una hoja que huele a papel, entre cuyas páginas puedo guardar flores secas, o puedo dibujar a mano alzada, o puedo mirar la gota de café que manchó una página aquel día de una cita importante. Me ocurre lo mismo con los libros en edición papel: sé que su fin está próximo, pero me aferro a ellos como un naúfrago a su tabla, por muchas razones. Entre otras, porque las nuevas tabletas digitales, me parecen, simple y llanamente, feas. Y pido una disculpa a los padres y descendientes del diseño industrial, e incluso, a los actuales diseñadores de estas pequeñas aBERRYciones.

crdp.ac-amiens.fr/crdp/ingedoc/carte_ressources/trh.htm

www.celularis.com/pruebas/blackberry-bold-9700-a-fondo.php

viernes, 15 de abril de 2011

Las pequeñas cosas


De entre los muchos placeres cotidianos que he aprendido a procurarme, uno de mis favoritos es contemplar a mi gata Mafalda. Siempre que la miro, me vienen a la mente unas cuantas reflexiones sobre la felicidad.

En opinión de algunos sabios, desear lo que no tenemos nos hace desgraciados. Tambiñen dicen que otra gran desgracia consiste en llegar a poseer justamente lo que habíamos estado deseando durante mucho tiempo. De modo que, por eliminación, podría concluirse que tal vez el secreto para ser feliz radica en poseer lo que no habíamos deseado nunca; o en desear lo que ya poseemos.

A esta reflexión sobre la vida, podría añadirse que la felicidad se parece bastante a un estado de serenidad ante las penas y alegrías que va trayendo, de forma connatural, la existencia. Y esa serenidad es, entre otras cosas, saber valorar y disfrutar las pequeñas cosas cotidianas y sencillas que tenemos al alcance de la mano.

Ahora que estamos en plena primavera -una estación jubilosa y radiante para unos; pero, para muchos, un periodo anual dedicado a la astenia, a la apatía y al cansancio-  debemos encarar la melancolía con grandes remedios: aseguro que la visión improvisada de esta belleza felina, emergiendo por detrás de las flores de mi ventana, y la ocasión de poder disparar una foto, me ha traído alegría para muchos días. La hermosura está escondida o, a veces, evidente, entre las cosas pequeñas que nos rodean. Sólo hay que abrir los ojos del alma.

Esta es una invitación a mirar alrededor. Seguro que encontramos muchas cosas que ver, escuchar, oler,   tocar, degustar. Para salir de la apatía, también es necesario a veces ponerse "deberes". Ah, por cierto, que sean deberes siempre gratos.

lunes, 11 de abril de 2011

Aplicarse el cuento

“El mayor obstáculo siempre es uno mismo”. El filósofo aseguró que un perro se lo había enseñado:
“Paseando por la orilla de un río vi a un perro que se moría de sed. El animal apenas se atrevía a acercarse al agua, pues, cada vez que lo hacía, confundía su propio reflejo con el de otro animal.
Tenía tanto miedo a ser atacado, que no paraba de ladrar y permanecía a metros de la orilla.

Sin embargo, tal era su sed, que finalmente se lanzó al agua. Y el otro perro, que era su obstáculo,
desapareció.  Y así fue como, al enfrentarse a su supuesto enemigo,aquel perro se venció a sí mismo.”