domingo, 5 de febrero de 2012

Canto al infinito


El Sol

Cada mañana amanece un nuevo día en la Tierra. Podemos sentirnos tristes o alegres, enfermos o sanos, pero el Sol nos sigue saludando siempre con su luz, aunque quede oculto tras las nubes o la lluvia. El sol reina como uno de los cientos de millones de estrellas que pueblan nuestra galaxia, la Vía Láctea, situándose a 30 años luz del centro de la misma. Posee un diámetro 109 veces superior al terrestre, con una temperatura superficial de 6.000ºC.

Como la Tierra, el Sol también gira alrededor de una órbita, a una velocidad de 259 km/seg, por lo que tarda en completar una vuelta íntegra unos 25 millones de años. Nuestro amigo de fuego guarda en su geografía manchas y llamaradas que aparecen y desaparecen, en función de los fenómenos relacionados con el ritmo al que arden sus gases, sobre todo, el Hidrógeno, su combustible básico. Según los científicos, estas oscilaciones de manchas y llamaradas marcan ciclos solares de once años de duración. La superficie solar está constituida por “gránulos” de fuego, de unos 500 km. Emergen a partir de porciones calientes que salen a la superficie desde su interior, y aparecen y se extinguen, sucesivamente, en pocos minutos.

Todas estas cifras pueden causar cierto temor a seres pequeños y de corta longevidad como somos los humanos. Pero no resultan significativas en el baremo del Universo. De hecho, el sol es sólo una estrella mediana (ni mucho menos es grande en comparación con otros cuerpos celestes), que tuvo un principio originario y que tendrá un final en el que se extinguirá (de manera semejante a nuestras propias vidas).

Los hombres de Ciencia del siglo XX estimaron que el Sol terminará por enfriarse definitivamente hasta extinguirse, pero, antes de su final, se desarrollarán en su seno diferentes reacciones nucleares, que harán que se expanda enormemente. Cómo afectarán a la Tierra todos esos fenómenos, quizá no es tan predecible, aunque muchos científicos defienden que, como consecuencia, nuestro planeta se convertirá en un ascua gigantesca que acabará volatilizándose. Por ahora podemos dormir tranquilos, pues, según esas mismas estimaciones, faltan todavía unos ocho mil millones de años para que todo esto suceda.

La pregunta es si, entre tanto, los seres humanos, tan minúsculos y con existencias de longevidad casi nunca superior a un siglo, no habremos sido capaces de adelantarnos a los devastadores fenómenos del final de la vida del sol, y habremos terminado, mucho antes y por nuestra propia mano, con el planeta Tierra. Y es que el ser humano está cometiendo el error, mucho me temo, de subestimar su poder devastador.

Entre tanto, un ejercicio estimulante para afrontar cada día nuevo y cada amanecer estrenado, es dirigir la vista al cielo al salir de casa y contemplar la belleza inabarcable que nos ofrece el cielo cada mañana, emitir un canto silencioso al infinito. Por si, de tanto cantar, alguna vez llegara a crearse un magma energético que incitase a todo ser humano al cuidado amoroso de todas las cosas que nos rodean,a respetar con más rigor a este astro azul que es nuestro planeta.