viernes, 15 de julio de 2011

Fridtjob Nansen: la mirada de un científico y un humanista excepcional





La primera vez que vi una foto de Nansen me llamó la atención la determinación de su mirada. Sin saber todavía quién era aquel personaje de belleza evidente, me pregunté ante todo de qué clase de existecia habría sufrido o gozado aquel rostro que decía tanto con su actitud al posar en la fotografía.

Recientemente he terminado -con lágrimas de pura emoción- la lectura trepidante de su diario de explorador en el Polo Norte. Nansen fue el único investigador de renombre que no encontró la muerte en las nieves y cuyas heroicidades le valieron finalmente la concesión del Nobel de la Paz en 1922. Ahora que conozco un poco mejor al hombre que encarna el rostro bello de la vieja fotografía, me pregunto si de verdad los dioses que existen en mitología vikinga no tocaron con mano directa a este ser humano para regalarle una cornucopia con todo tipo de dones naturales.

Fidtjob Nansen (Oslo, Noruega; 10 de octubre de 1861 – Lysaker, Noruega; 13 de mayo de 1930) es uno de esos ejemplos en la historia de caballero prodigioso y bienhechor de la humanidad. Nansen murió de viejo en 1930. Tras sus expediciones por tierras y mares polares, e impresionado vivamente por las hambrunas y enfermedades que observó cuando anduvo por las estepas rusas, se dedicó a poner sus investigaciones al servicio de la sociedad y de la historia. Tras la Primera Guerra Mundial, llegó a ser alto comisionado de la Liga de las Naciones, y así salvó indirectamente la vida de 427.000 refugiados en 1920 (entre ellos, Igor Stravinsky, Sergei Rachmaninov, Marc Chagall y Anna Pavlova).

De vuelta de su viaje de tres años por el Polo Norte, su carrera diplomática y política no le impidió continuar sus investigaciones científicas, así como proseguir con la escritura de libros y ensayos. Fue, además, padre y abuelo de otras destacadas personalidades.

Antes de embarcarse en el Fram para la exploración que relata en su diario, y siendo muy joven, Nansen se había graduado en Zoología, y había realizado, posteriormente, una investigación pionera en la teoría neuronal, originariamente propuesta por Ramón y Cajal.

Gran deportista y destacado esquiador, comenzó realizando una travesía de 500 km por Groenlandia en esquíes, con una temperatura de -45ºC. De regreso a Noruega, Nansen impartió clases en el instituto zoológico de la Universidad de Oslo, publicó dos libros y varios artículos (ciertamente, además de científico y esquiador, el muchacho –no tenía aún treinta años- era, también, un buen escritor). Pero un espíritu inquieto como el suyo no podía adaptarse a una rutinaria y acomodada vida de ciudad, y no tardó en planear un nuevo proyecto.

Esta vez se trataba de organizar toda una expedición en barco a zonas polares. Existía la experiencia del Jeannette, que había quedado atrapado en el hielo y finalmente fue destrozado por las presiones de las masas heladas. Sus restos fueron recogidos tres años después, tras llegar arrastrados por unas corrientes que probaban la existencia de un flujo de aguas de este a oeste a lo largo de todo el océano Ártico. Apoyado en esta hipótesis, Nansen ideó la construcción del Fram, un buque con resistencia suficiente para soportar la presión de las masas heladas.

La atrevidísima propuesta de Nansen consistía, nada menos, en mantener encallado al Fram entre los hielos durante todo un invierno (un invierno polar, con sus meses de oscuridad absoluta y sus temperaturas por debajo de los -45ºC), hasta que la propia corriente ártica, con el deshielo, elevase al barco y lo arrastrase de manera natural hacia la ruta planeada.

Toda esta experiencia, finalmente exitosa, es la que relata Nansen en su libro “Hacia el Polo. Relato de la expedición del Fram de 1893 a 1896(Ed. Interfolio), desde que sale del puerto de Oslo, dejando a su esposa y a su hija de seis meses, hasta su triunfal regreso, tres años después.

Nansen fue mucho más allá de su travesía en el Fram. Interesado por recoger muestras de los fósiles y plantas de las zonas polares de las que nadie había conseguido regresar, en un momento de la travesía, se baja del Fram, acompañado por Johansen, 30 perros, dos canoas y dos trineos, así como una pesada carga de provisiones, y se aventura en una larga y oscura noche para atravesar una extensa banquisa. El relato de toda la aventura parece digno de la mejor ficción. Este es uno de esos ejemplos en los que la realidad supera con creces cualquier peripecia imaginada.

Nansen era mucho más que un científico y un explorador. Algunos de los párrafos de su diario emocionan por la profundidad y determinación con que abordó su existencia : “Todos los exploradores que se han visto presos en las banquisas esperaban con impaciencia el deshielo estival. Yo, al contrario, deseo que el hielo conserve su cohesión y prosiga su marcha hacia el norte. En este mundo, todo depende del punto de vista con que uno se coloca. El navegante que parte con la ilusión de poder surcar aguas libres hasta el Polo, se lamenta de verse bloqueado, mientras que otro, decidido a dejarse coger por el hielo, no se queja, aunque encuentre agua libre. En esta vida, el que quiere lo más, pide frecuentemente lo menos”.

Definitivamente, Nansen, estuvo -permítanme pensarlo- tocado por la mano de algún dios vikingo muy poderoso.


El buque Fram


Escrito de Nansen. Museo del Fram. Islote de Hovedoya, Oslo.