domingo, 15 de abril de 2012

El crepúsculo de los dioses



Humanos del siglo XXI: ¿podríamos, por favor, dejarnos de "avances" y regresar al Neanderthal? ¿a una sociedad en la que el homínido cazaba estrictamente para comer, cuando ningún filósofo ni psicólogo había catalogado el concepto de "Ego" después de observar el triste comportamiento del ser humano, que se sigue creyendo "Rey" con poder absoluto de matar otras especies sin que exista necesidad primera de llevarlas a su gaznate por cuestión de vida o muerte...?

Quien suscribe estas líneas retornaría gozosa a cualquier época en la que el número de especies animales en peligro de extinción no fuera tan abrumadoramente alarmante como en la actualidad. Y, sobre todo, a cualquier época -pasada o futura, ojalá- en la que el ser humano pusiera por delante unos valores de respeto por otras especies que están demostrando ser muy superiores a nosotros -a las pruebas me remito- en sensibilidad, inteligencia, comunicación y solidaridad.

Pongamos, por ejemplo (creánme, elegido al azar en fecha como hoy, no es por nada...), los proboscídeos: los elefantes. Especie internacionalmente en peligro de extinción, y seriamente amenazada con desaparecer para siempre en algunas zonas del planeta. Se trata de seres extremadamente inteligentes. Más allá de su instinto, se ha demostrado que tienen memoria, pues las grandes hembras matriarcas que conducen las manadas son capaces de recordar rutas de camino específicas en las que no faltará comida en épocas de escasez, por ejemplo; o recordar a congéneres con los que no se han reencontrado desde hace muchos años. Las elefantas son solidarias ayudando en la cría de los bebés a sus compañeras (debido a ello, el índice de mortalidad infantil en esta especie es de los más bajos de la selva, ya que se organizan en verdaderas guarderías), y tienen arraigadas costumbres de duelo y rituales funerarios en los que demuestran verdadero sentimiento de dolor cuando falta para siempre un compañero. Los elefantes son muy fuertes, pero silenciosos, discretos, y, sobre todo, muy bellos y sensibles.

Extraña que el ser humano haya decidido saltarse la apreciación de todas estas cualidades y del honor que supone que este patrimonio natural nos siga acompañando durante muchos más años en este planeta, porque resulta que, pese a ser especie protegida, ciertos países africanos han decidido no legislar sobre tal protección, y no sólo permiten la organización de safaris-cacería para aniquilar elefantes, sino que lo utilizan como reclamo para atraer turismo (de magnates y poderosos) y para engrosar sus arcas (porque la excursión, desde luego, no es barata. Una familia media del sur de Europa podría comer todo un año con el precio de un safari unipersonal).

Heróico comportamiento del ser humano, que se engrandece pagando por matar a un animal que una empresa destinó a ser su blanco, y que no tiene escapatoria. Heróico, y muy noble: digno de ejemplo, de ser contado a los amigos. Claro, es que hemos evolucionado mucho desde el Neanderthal, y, ahora, ya somos civilizados. Demuestra gran sentido del valor moral y de la ética arremeter a balazos contra un ser vivo más grande que yo, y regresar contento por todo lo que he podido demostrarme a mí mismo y a los demás humanos con acto tan loable. Este es el tipo de actitud que muestran ciertos grupos humanos de alto poder socioeconómico y que consideran diversión este tipo de actividades.

Sería estupendo generar un debate entre antropólogos, psicólogos, biólogos y sociólogos para deslindar las causas de este tipo de comportamiento en los humanos. Podríamos incluir en esa mesa redonda a algún catedrático de ética y, si gustan, a algún experto en finanzas (que, en estos tiempos de la Europa en crisis, también sería pertinente).


La actriz Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950)

Para ahorrarnos el gasto de un debate, en todo caso, se puede plantear una reflexión con el visionado de la película de Billy Wilder "El crepúsculo de los dioses", que narra la historia de una vieja diva (maravillosa interpretación de Gloria Swanson) que cae en los más ridículos comportamientos por no saber aceptar su decrepitud, y arremete contra todo en un intento desesperado de recuperar algún ápice de su esplendor perdido, protagonizando escenas caricaturescas en un carnaval sádico.

Después de ver a Gloria Swanson en este filme ("Sunset boulevard" en su versión original) quizá podamos explicar a nuestros hijos -que heredarán este planeta mañana- por qué el ser humano sigue atrapado en su egocentrismo, su soberbia, sus banalidades, sus bizarras artimañas para sentirse vivo ejerciendo el placer de matar.

Entre tanto, muchos elefantes -y otras especies que son blanco de cacerías caprichosas de personajes adinerados- seguirán muriendo en el silencio triste de su indefensión. Ellos sí son esos dioses que sufren su inapelable crepúsculo definitivo.