domingo, 1 de abril de 2012

No con mis impuestos, por favor



"La grandeza moral de una Nación se mide por el trato que da a sus animales" (M. Gandhi)

Nunca terminaré de entender por qué a lo largo de toda la historia de la humanidad los seres humanos no hemos superado el gusto por el morbo y por presenciar lo escabroso. Botón de muestra, los espectáculos que organizaba la civilización romana (antes y poco después de comenzar la Era Cristiana) soltando a personas en un ruedo que debían ser devoradas por animales depredadores carnívoros, o simplemente, matarse entre ellos.

Otro botón de muestra, las ejecuciones públicas en la época de la Inquisición española, cuando las plazas de los pueblos se llenaban de gentío con el propósito de presenciar la quema de alguna persona en la hoguera (por supuesto, sin anestesia). Todavía en algunos países de nuestro globo terráqueo (lamentablemente, más de los que nos imaginamos en primera instancia) siguen practicando la convocatoria de público para las ejecuciones de sus reos. Y pardiez que las gradas, o las plazas, se llenan.

En este país que habito, al Sur de Europa Occidental, cuna de la lengua castellana,y ejemplo idiosincrásico de la cultura mediterránea, existe todavía hoy -en pleno siglo XXI- una truculenta diversión que consiste en observar cómo un animal vertebrado, mamífero, de los ungulados, artiodáctilo, y bóvido por más señas (es decir, un toro) es torturado sangrientamente hasta morir ante el aplauso de varios centenares de personas que consideran que están presenciando "arte".

Perdónenme ustedes, señores aficionados al "arte": Arte es mirar un cuadro de Leonardo, una escultura de Miguel Ángel, o, si prefieren algo más nuestro y de esta península, mirar una obra de Velázquez o de nuestro contemporáneo Antonio López.Arte es lo que hace Jordi Savall con su música, o Javier Bardem en sus interpretaciones. Por poner algunos ejemplos, y discúlpenme todos los que me dejo en el tintero: literatos, cantautores, escultores, bailarines...

El obsceno espectáculo de los toros, que ustedes califican de arte, ofende a otra parte de la población, que opinamos que ninguna muestra pública de sangre y tortura -ni humana, ni de animal no humano- tendría que ser tolerable en una sociedad civilizada, sensible y con una mínima conciencia y valores.

El toro sale al ruedo en estado de susto, azuzado entre túneles oscuros, y, al llegar a la plaza, recibe una ovación que le causa ansiedad porque ni la comprende ni está en su medio natural. A continuación viene un tipo con una pica que será clavada -para robarle su fuerza connatural- en una de las zonas más vulnerables y dolorosas de su cuerpo, el punto de la columna vertebral donde reúne todo el "nudo" de su sistema nervioso. El toro quedará en ese punto tan dolorido y débil, que no podrá hacer otra cosa que embestir en su indefensión a cualquier cosa que se mueva ante sí (por ejemplo, un trapo de color carmín).

Si tenían ustedes poco con lo resumido hasta ahora (y si aún han visto poca sangre), la "fiesta" consiste en que, a continuación, entrarán otros varios tipos -vestidos de colorín y folklorismo- que le clavarán unos arpones metálicos,también muy coloristas y tradicionales, para que se queden desgarrando su musculatura mientras otro "valiente" con un trozo de trapo rojo se pasea delante del pobre bicho para marearlo un poco más, mientras se sigue desangrando, durante unos pases que aplaudirá el respetable.

Y en fin, si todo esto no era suficiente, el "valiente" protagonista humano, terminará rematando su faena atravesando al animal acorralado y debilitado clavándole una espada desde la columna hasta el abdomen, a ser posible tocándole algún órgano vital que le derribe muerto al instante. Si el maltrecho animal no tiene la suerte de morir en el tiempo estimable, aún se le clavará otro instrumento de dolor y tortura en la cerviz, un puñal corto.

Lamentablemente, las últimas noticias en este ruedo Ibérico, en esta España de folklore y pandereta que sigue en el deleite de llamar a tamaños tormentos "fiesta" y "nacional" me siguen llevando a pensar que no terminaremos de abandonar nuestra condición de bárbaros incivilizados: nuestro actual presupuesto del Estado ordena "recortar" gastos en Sanidad, Educación, e incluso Asuntos Sociales. Sin embargo, ¡ay!se ha decidido no retirar las ayudas públicas a la tauromaquia. Es más, se está promoviendo la idea de que las corridas de toros sean proclamadas "Bien de interés cultural" (¡¡Bienes!!??? ¡¡¡Cultura???!...)

Si esa es la voluntad de quienes mandan, y si es todavía inviable que en pleno siglo XXI no se remuevan las suficientes conciencias que dejen de ver el sentido a la tortura como espectáculo, al menos rogaría a las Señorías del Gobierno que permitan una casilla en la Declaración de Impuestos que ofrezca la opción al ciudadano de que sus impuestos no sean destinados al martirio de ningún ser.