domingo, 9 de septiembre de 2012

La resiliencia del bosque quemado



La resiliencia es la capacidad atribuída a los humanos para seguir adelante de manera positiva a pesar de acontecimientos traumáticos, condiciones difíciles o heridas morales graves.

A finales de julio, la zona de L'Empordà (Girona) sufría uno de los incendios más devastadores y extensos que ha padecido en los últimos años la Península Ibérica; y del cual quien suscribe no quiso hacer eco en estas páginas, tan terrible resultaba la noticia.

Prefiriendo hacer una alusión más esperanzadora, poco más de mes y días después de aquellas fatídicas fechas, he tenido oportunidad de transitar la carretera que ofrece el desolador paisaje de los restos carbonizados de lo que un día fue un paisaje boscoso exuberante. La buena noticia es que en estos cuarenta días, la Naturaleza ha seguido adelante, y a ras de este suelo cenizoso velado por los esqueletos negros de los árboles que un día fueron verdes e irguieron sus ramas vivas al sol y a la lluvia; nacen estos pequeños brotes que prometen hacerse grandes y frondosos todo lo antes que puedan.

La resiliencia, por tanto, es sorprendente y rápida en los espacios naturales azotados por la devastación.

En todo caso, contemplando estas plantas bebé, y adivinando los años que tardará el bosque en ser lo que ya era, uno se pregunta  si la mente del pirómano que prendió la cerilla podría tener las mismas posibilidades de sana recuperación, y, asumiendo la torpeza de una acción tan ruin, empatizar con la magnitud del dolor que ha causado a las gentes que habitan esas tierras, los animales que allí tuvieron su morada, y los resignados árboles, que no tuvieron pies ni patas para intentar al menos salir corriendo.

Me gustaría pensar que la mente de esta persona (no sé si fue una o fueron varias) habrá adquirido después de este suceso una empatía con el dolor que causó su mano, y quisiera creer que, a partir de ahora, se convertirá en un ser humano compasivo y amoroso con lo que le rodea.

En el viaje por la carretera que cruza el bosque quemado de L'Empordà me acompañaba una jovencita de quince años. Preguntó por el significado de la palabra "pirómano". No pude evitar asociar el bajo nivel formativo que poseen los adolescentes españoles (a los que ya apenas se les enseña latín ni griego) con aquel viejo refrán que dice que "La ignorancia es la causa de todos los males".

Y pensé a continuación si los adolescentes pirómanos de los que hablaban las fuerzas de la investigación policial habrían podido elaborar unas bases adecuadas para su inteligencia emocional y su sensibilidad hacia el mundo si el sistema educativo de esta España saturada de telebasura y de incentivos al consumo se hubiera preocupado, desde hace muchos años, de ofrecer a los chicos una educación escolar de calidad.
O una educación (transmitida por padres y profesores) que les incitara a aprender a pensar por sí mismos a partir del cultivo de la mente y el espíritu, la cultura y los valores, antes que a partir de los antimodelos que ofrece la televisión y algunos juegos.