viernes, 27 de mayo de 2011

Joan Mora o la grandeza de lo sencillo






Existe en la comarca aragonesa de Valdejalón una cantera de piedra jurásica, ya explotada en época de los árabes, y se dice que, anteriormente por los romanos, cuya caliza negra resulta muy apreciada por los escultores actuales. Paseando in situ por los aledaños de las canteras, uno puede jugar a imaginar que aquel material rotundo y grandilocuente que parió la Madre Tierra se convertirá en algo bello, indeterminado, quién sabe si estremecedor, entre las manos de algún artista de algún lugar en el mundo.

Un día insospechado, paseando por alguna calle remota de alguna ciudad del orbe, una galería de arte desvela el misterio de hasta dónde una mano humana talentosa es capaz de llegar moldeando el material agreste cuyas cualidades, en bruto, hubieran resultado insospechadas. La galería Artur Ramón de Barcelona expone la obra del escultor Joan Mora Soler (Barcelona, 1944), para demostrar que Miguel Ángel Buonarroti tenía razón cuando dijo: “La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas”.

Las piedras de aquella cantera se han transformado por obra y gracia de Joan Mora en misteriosos paquetes, cajas, contenedores, bolsos y bolsas, cuyo sutil realismo y exquisita factura técnica dotan al objeto de hablar por sí mismo. La perfección de cada una de las piezas es tal, que tiene el atrevimiento de incitar a que abramos los paquetes, descorchemos las botellas, descolguemos el teléfono, tiremos de la cuerda que ata un envoltorio, o acariciemos al perro que, en expresiva postura, nos mira a los ojos pidiendo tacto.

Al aproximarnos a las obras, sin embargo, surge el respeto que inspira una obra de arte bien concebida: aquello es tan sublime que, por supuesto, será intocable, porque lo sublime no puede ser profanado. Es en ese punto donde el espectador comienza a sentir el misterio: ¿qué contenía esa cartera? ¿qué había dentro de aquella bolsa? ¿y en ese paquete? ¿hubo media docena de huevos en aquel pack de mármol, que recuerda al cartón? ¿hay aire contenido en el bloque de mármol que simula un balón de fútbol desinflado? ¿qué contiene esa caja con vetas de madera que en realidad es de piedra? ¿es bebible el refresco de aquella lata de mármol? ¿qué voz nos lanzará qué mensaje desde el otro lado del teléfono de piedra?

Embelesados por los visos de frustración por no poder desvelar estos misterios y la mezcla de recreación estética que se siente al aproximarse a la escultura de Joan Mora, se sale de la galería con la sensación de haber asistido al espectáculo silencioso del acto de humildad de un genio. Alguien que ha puesto su talento de rodillas ante las cosas pequeñas y cotidianas, para transformarlas en un sutil enigma que dota de poesía y alma propia a la piedra de la cantera.