sábado, 16 de abril de 2011

De las Muy Ricas Horas del Duque de Berry a la BlackBerry: perdemos Belleza por el camino.


En el siglo XV no existía la tecnología. La información, la cultura y el entretenimiento, eran sólo privilegio de algunos nobles, que, en su cuidado por el cultivo intelectual o por hacer ostentación de su riqueza, encargaban libros “a medida”.
Uno de los más famosos, “Las muy Ricas Horas del Duque de Berry” (conservado actualmente en el Museo Condé, de Chatilly) fue encargado por el Duque Jean de Berry a los hermanos Limbourg, en torno a 1410.
Los hermanos Limbourg, notables artistas de la miniatura -dentro del estilo Gótico Internacional, originario de Flandes- crearon una agenda de lujo para el duque Jean.
En sus páginas podemos contemplar el paso de los meses y las estaciones a través de una refinada descripción de imágenes bellas. Imagino al caballero Jean, recreando su vista en el paso de las páginas, haciéndose acompañar en todo momento de su libro de bolsillo.
Diremos seguramente que seis siglos después, hemos avanzado en cultura. Afortunadamente, la alfabetización ha quedado al alcance de las masas. Otra cosa es la calidad educativa que se ofrece en la Enseñanza, pero esto es asunto de otro/s post/s.
Pero, sobre todo, indudablemente, entre los siglos XX y el XXI, se ha producido un gran salto en la tecnología, con la aparición de sofisticados dispositivos que, como el duque de Berry en el siglo XV, podemos llevar en cualquier bolsillo de nuestras vestiduras.
Lo que pongo en duda es si hemos avanzado en el concepto estético, en el gusto por el refinamiento, en el cuidado por rodearnos de objetos hermosos, de valorar la Belleza como parte importante de la vida cotidiana, como necesidad vital. Sinceramente, me resulta difícil encontrar algo de hermosura en estos fríos aparatos tecnológicos; condenados, por otra parte, a una rápida caducidad –de hecho, están concebidos para eso-.
Observo a mis congéneres humanos consultar sus dispositivos futuristas (como la BlackBerry, el Ipad, y algunos otros) en todo lugar, encantados con ellos. Entre tanto, yo me resisto a desprenderme de mi agenda de papel, y a dejar de gozar del placer de trazar garabatos y caligrafías en una hoja que huele a papel, entre cuyas páginas puedo guardar flores secas, o puedo dibujar a mano alzada, o puedo mirar la gota de café que manchó una página aquel día de una cita importante. Me ocurre lo mismo con los libros en edición papel: sé que su fin está próximo, pero me aferro a ellos como un naúfrago a su tabla, por muchas razones. Entre otras, porque las nuevas tabletas digitales, me parecen, simple y llanamente, feas. Y pido una disculpa a los padres y descendientes del diseño industrial, e incluso, a los actuales diseñadores de estas pequeñas aBERRYciones.

crdp.ac-amiens.fr/crdp/ingedoc/carte_ressources/trh.htm

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